Despues de las películas de “Rocky”, la anterior “Creed” mantuvo vivo al personaje que lanzó a al fama a Sylvester Stallone, sólo que ya no como peleador sino como entrenador del hijo de su rival y luego mejor amigo, Apollo Creed. Justamente Apollo tuvo una muerte trágica en una exhibición “amistosa” de “Rocky 4” clásico del cine reaganiano en el que aparecía en los Estados Unidos un boxeador ruso dispuesto a demostrar la contundencia deportiva de los soviéticos. Lógicamente, luego el mismo Rocky le daba una soberana paliza en un ring soviético a ese boxeador cargado de anabólicos que interpretaba Dolph Lundgren.
Ahora, tantas décadas después, “Creed II” retoma esta historia: el boxeador ruso viene entrenando a su hijo con la sola idea de poder vengarse de algún modo de Rocky, y cuando Creed se convierte en campeón mundial de los pesos pesados, encuentra la oportunidad precisa. Si bien Michael B. Jordan es un tipo mas bien grandote, el boxeador ruso con el que tiene que enfrentarse, interpretado por Florian Monteanu, es prácticamente un hombre montaña, y obviamente Rocky tiene miedo que la historia se repita y no quiere estar otra vez en la esquina de Creed.
“Creed” tiene el mismo pulso narrativo que el film anterior, pero ahora redobla la apuesta con todo lo que tiene que ver con el atractivo nostálgico y el espíritu de venganza. Otra vez están Stallone y Doph Lundgren –un gran actor muy subestimado- mirándose a cara de perro, y hasta reaparece Brigitte Nielsen, que sigue tan mala como antes. Y por supuesto, aunque no boxee, Stallone se guarda para él los mejores diálogos y escenas clave.
El resultado es recomendable no sólo para las varias generaciones que crecieron con Rocky, sino también para los jóvenes que tomaron contacto con la primera “Creed”.