La secuela de “Creed” se entronca de tal manera a la saga madre de “Rocky” que bien podría considerase la octava parte de esa historia que ahora incluye padres, hijos y nietos. Y de eso trata este film, con el boxeo como la excusa/metáfora para lidiar con esas complejas situaciones.
Si uno podía pensar a CREED (2015) como un spin-off de la original ROCKY, retomando lateralmente la historia de entonces y llevándola hacia otros lugares, otro estilo y otra actualidad, la secuela deja en claro que la intención no era –o no terminó siendo– esa. A juzgar por los personajes, el tono y la historia que se cuenta aquí habría que pensar que la saga ROCKY jamás terminó y que esta nueva película, en lugar de CREED II, podría titularse algo así como ROCKY: THE NEW GENERATION. O, directamente y para no dar tantas vueltas, ROCKY VIII.
El protagonista sigue siendo Adonis Creed (Michael B. Jordan), el hijo de Apollo, ex rival y posterior amigo de Rocky Balboa (Sylvester Stallone, con alguna cirugía estética extra entre la anterior película y ésta), pero la historia se entronca tan directamente con el corazón de la vieja saga que ya fluye como una secuela más. Es que el eje del nuevo film pasa por un reencuentro/rematch entre dos nuevas generaciones. Por un lado, Creed, que apenas comienza la película se consagra fácilmente campeón de los pesos pesados. Y, por el otro, Viktor Drago, el hijo de Ivan Drago (Dolph Lundgren), el rival de Apollo y de Rocky en la cuarta película de la serie, allá por 1985.
Los que no quieran spoilers de lo que pasó en aquella película de hace 33 años podrán saltarse este párrafo, pero todos los que siguen la saga sabemos que Drago destruyó a Apollo en el ring entonces y el hombre murió tras la golpiza. Rocky, que lo entrenaba entonces y se culpa de no haber tirado la toalla a tiempo, luego combatió contra Drago en la ex Unión Soviética y lo venció, imagen que se volvió casi un emblema de esos años de guerra fría.
Pasaron 30 años pero los Drago no olvidaron la humillación de ser derrotados en su propia casa (perdieron honores, familia, aquellla esposa, etc) y hoy el padre entrena al hijo para ser una bestia en el ring, algo que queda claro por su físico, su determinación y la manera que aniquila rivales menores. Hasta que un promotor imagina otra “Revancha de todos los tiempos” y pone a los Drago a desafiar al nuevo campeón mundial. Rocky, asustado por la brutalidad del contrincante y el desenfoque emocional de Creed (su principal motor para aceptar la pelea es vengar a su padre) decide no ser de la partida y así arranca esta historia de padres, hijos y hasta nietos en la que se ha convertido la saga ROCKY.
En paralelo, Creed y su pareja Bianca (Tessa Thompson) deciden casarse y, ante la negativa de Rocky de entrenarlo, se mudan a Los Angeles donde tendrán nuevo trainer y otra inesperada aparición en el mundo familiar ya que Bianca queda embarazada. Rocky tiene sus propios problemas familiares con su hijo y hasta los Drago atraviesan sus propios traumas de ese tipo solo que con Brigitte Nielsen como la mujer que abandonó a su entonces marido luego de su fracaso ochentoso. Y que hoy sigue, mucho más grande, manteniendo su peinado de Reina del Hielo de entonces.
Dirigida por el relativamente novato Caple (es su segundo largo), a la película puede faltarle la originalidad que tenía la anterior dirigida por Ryan (PANTERA NEGRA) Coogler, pero se sostiene como una efectiva y bastante sólida secuela que no intenta descubrir nada nuevo y que prefiere seguir los pasos bien delineados por el clasicismo de las primeras plículas de la saga: segundas oportunidades, decisiones claves en momentos importantes, traiciones y reencuentros entre amigos y rivales. No hay grandes revelaciones ni sorpresas. Salvo por algunos detalles, la película corre por la ruta que todos imaginamos que correrá apenas empieza y llega donde tiene que llegar como si estuviese editada con el mismo e implacable reloj de los rounds de boxeo.
Alguna caída de tensión promediando el segundo acto no impide que la resolución funcione como corresponde a todas las películas de boxeo que siguen las reglas clásicas del género bastante al pie de la letra. Ni Caple ni Jordan –mucho menos Stallone– disimulan que CREED II no es otra cosa que una nueva ROCKY (podría decirse también que es casi una remake de ROCKY IV) y la película abraza con todo el pasado y el estilo de la saga, incluyendo un entrenamiento salvaje y poco convencional al que Rocky fue siempre tan afecto (Stallone figura aquí como coguionista). Y la originalidad que se pierde se gana en cierta efectividad y algunos golpes emocionales que, al menos a los viejos fans del balbuceante Balboa, nos hacen poner la piel de gallina.