El llanto entrenado
Uno de los grandes problemas de Creed II es que es más una reversión amarga de Rocky IV (1985) que una secuela directa de su antecesora. Y decimos amarga porque está vaciada de los aspectos lúdicos de aquella película a la que homenajea. Está la venganza como motivación y está el villano ruso como en muchas películas de acción de los años finales de la Guerra Fría, pero no hay en Creed II ninguna situación que la saque del camino seguro o que depare alguna sorpresa como sí había en Rocky IV, además de que pareciera tomarse más en serio de lo que su mito necesita. La película del 85 ya desde la escena inicial sienta las bases de la trasheada que se avecina: un guante de box con los colores de la bandera estadounidense choca contra uno con la bandera rusa y ambos explotan en mil pedazos. Hermoso.
El tratamiento camp de muchas de las escenas era un aspecto central que la hacía diferente al resto de la saga. Particularidad que también logró la primera Creed (2015), pero encarando la narración de otra manera, volviendo en cierto sentido a la original a través de un tono más melancólico; atmósfera que en esta segunda parte se vuelve insoportable en parte por culpa de la música incidental que exagera la sensiblería que hay de sobra en el guión y que es la que la seca de vitalidad. La acción de Creed II no empieza a las piñas como en la anterior: empieza con una charlita de amor, con Adonis Creed pidiéndole matrimonio a su novia y lloriqueándole a Rocky para que lo entrene; con Rocky hablando a la tumba de su mujer y con Ivan Drago, otrora máquina de la muerte, contando sus penurias.
Creed II es más una película de llantos que de trompadas. Incluso las escenas de las peleas no logran la belleza que sí consiguen en la película del 2015. El plano secuencia que tiene la primera pelea de Adonis en Creed es dinamita, allí están las piñas de más que hay en toda ficción de boxeo pero con el acento puesto en el viaje que nos permite el movimiento de la cámara. En Creed II, el piloto automático está puesto no sólo en el ordenamiento perfecto de la seguidilla de clichés sino también arriba del ring. Verlo a Stallone interpretar a Rocky puede ser gratificante por el hecho en sí, pero no suficiente.