En 2015, la primera entrega de la saga Creed (que también podría contar como séptima parte de la saga Rocky) sorprendió al mundo siendo una película bastante interesante que funcionaba por sí sola y no era un intento descarado de revivir una franquicia que estaba muerta. Unos años más tarde llega su esperada e inevitable secuela, donde seguimos la vida de Adonis Creed, a quien el éxito deportivo lo ha alcanzado y se posiciona en la cima del mundo del boxeo. Sin embargo, el pasado más doloroso llega a tocarle la puerta en su mejor momento cuando recibe un desafío de Viktor Drago, ni más ni menos que el hijo de Ivan Drago, quien asesinara a su padre Apollo arriba del ring en Rocky IV. Naturalmente, en esta pelea habrá más en juego que un cinturón o el título de los pesos pesados.
Como con toda segunda parte, es muy difícil que supere a la original, y Creed II no es la excepción, pero eso no quiere decir que no esté a la altura de las circunstancias, dado que es entretenida y ofrece al espectador todo lo que podría esperar de una entrega del mundo de Rocky: historias de superación, dramas familiares, soundtracks motivadores y sobre todo golpes, muchos golpes. En esta ocasión, el encargado en la dirección es Steven Caple Jr., en su tercera película detrás de la cámara, donde tiene la difícil tarea de llenar los zapatos de Ryan Coogler, el cual había realizado una gran labor en la Creed original. Si bien el trabajo de Caple Jr. es correcto, por momentos se extraña el talento de Coogler, quien logró imprimir un sello propio en la historia de Adonis, además de filmar algunas de las mejores escenas de boxeo de toda la saga, como la excelente pelea-plano secuencia de la primera parte.
Tal vez el mayor error de Creed II sea caer demasiado en los cánones de la saga Rocky. Mientras que Creed era su propia película, esta secuela se siente como una parte más de la saga madre protagonizada por Sylvester Stallone, por lo que en varias ocasiones se siente un tanto genérica y predecible. El camino que debe recorrer el personaje interpretado por Michael B. Jordan está trazado de una manera que no tiene ningún obstáculo inesperado que no hayamos visto antes en alguna de las otras siete películas. Es por esta razón que sería sensato que esta historia encontrara su punto final en Creed II, ya que se siente que no queda mucho más por explorar y seguir teniendo entregas cada tres o cuatro años sería arruinar lo que hasta ahora es una gran franquicia. A Rocky le sucedió después de su tercera película pero claro, sin Rocky IV no existiría Creed II.
Si la primera Creed tenía varios puntos en común con Rocky (el boxeador don nadie que va haciendo su nombre hasta llamar la atención del campeón y perder la gran pelea final pero dando su mejor esfuerzo y obteniendo el respeto de todos), es lógico que esta segunda parte se relacione directamente con Rocky IV, pues los mismos apellidos entran al ring más de tres décadas después de la infame pelea que acabaría con la vida de Apollo Creed. Por otro lado, a esta altura está casi establecido que Rocky IV no resistió muy bien el paso del tiempo y se coloca un poco como una suerte de consumo irónico o placer culpable en comparación a las películas que le precedieron, que son mejores. Por fortuna, en Creed II los “villanos” rusos no son tan unidimensionales como en Rocky IV, que hoy se ve más como una burda (y absurda) metáfora de la Guerra Fría en la que Estados Unidos siempre gana ante los recios guantes de acero de la Unión Soviética. Tanto Ivan Drago como su hijo viven secuelas negativas producto de la derrota contra Rocky Balboa, por lo que ambas familias tienen un legado que defender. Dolph Lundgren aún le impone un aura impenetrable, casi robótica a Ivan Drago, pero dejando entrar algo de humanidad en él que antes no se había visto.
Pero si hablamos de Rocky y de Creed, tenemos que hablar de las peleas. Y siempre se llega a la misma conclusión: ojalá el boxeo real fuese tan entretenido como en estas sagas. La disciplina pugilística es mucho más estratégica y craneal que el festival de golpes que acostumbramos a ver entre los boxeadores de este universo. Quizás para alguien fanático del deporte Creed II resulte algo inverosímil, puesto que ningún peleador podría resistir tantos puñetazos durante doce rounds, pero para aquellos que pueden abstraerse de este detalle, las escenas de acción son altamente disfrutables. La adrenalina y testosterona volcada en las peleas se sienten reales y la catarsis que provoca el triunfo final siempre despierta emociones que pensábamos ocultas. Las peleas son indudablemente la vedette de cada entrega de la saga de Rocky/Creed y aquí se les presta especial atención, por lo que el resultado no decepciona.
Creed II entonces se coloca como una película inferior a su predecesora pero que mantiene el fuego de esta historia aún vivo. Las actuaciones de Michael B. Jordan y Sylvester Stallone siguen siendo buenas y lo genuino de su relación se plasma una vez más en pantalla: Rocky es para Adonis una figura paterna, un amigo, un entrenador y un faro en su vida. Stallone, quien co-escribió el guión, seguramente haya escrito sus propios diálogos, los cuales a veces rozan lo excesivamente pedagógico y motivacional, con frases que están destinadas a encerrarse entre comillas para inspirar gente a través de las redes sociales. En un acto más literal que simbólico, Rocky (personaje y saga) le traspasa una antorcha a Creed que deberá cuidar, y quedará en el futuro ver si lo puede lograr con éxito o si cometerá los mismos errores que su mentor.