Es evidente a esta altura, y luego de cuarenta y dos años, que Rocky Balboa es un personaje que le pertenece a la identidad cultural de cualquier país donde se haya estrenado. Lo hemos visto envejecer a lo largo de los años, hemos vivido en la pantalla sus momentos de incertidumbre, de gloria y de caídas múltiples. Conocimos a su familia. La personal y la deportiva. A lo largo de los años sufrimos el dolor de sus pérdidas afectivas, entre ellas su esposa, su mejor amigo y su entrenador y mentor (¡Ah!, ese delicioso trabajo de Burgess Meredith). El público fanático de Rocky sabe bien lo que va a buscar al entrar al cine porque el dueño de ésta pelota conoce a su público y le da lo que este quiere. Escribió (también dirigió a veces) una fórmula que jamás abandonaría en toda la saga pues sigue funcionando en el presente como un kiosquito. Cada tanto una nueva, y a cobrar.
“Creed” se estrenó hace un par de años. Ya sin poder subirse al ring, inteligentemente, Stallone corrió al personaje central de las luminarias para darle paso a una nueva generación. Le sacó las riquezas, le devolvió la campera, el sombrero, la pelotita, pero sobre todo le endilgó aquello que su entrenador tenía: la sabiduría adquirida a lo largo de los años, expresada en razonamientos simples y de pocas palabras. Rocky está viejo, sí, pero más sabio. Este enroque fue tan provechoso que le valió al propio Sylvester Stallone una nominación al Oscar como actor de reparto por ese trabajo.
Ahora sí, la nueva saga pone el foco sobre el hijo de Apollo Creed, Adonis (Michael B. Jordan), quién ya es campeón mundial al comienzo y está comenzando su vida en pareja con su novia cantante. La riqueza y la fama están ahí, como signo constante de la debilitación de las motivaciones que llevan a un boxeador a subirse al ring. Igual que en Rocky III digamos. Pero la amenaza no está en casa, viene de Rusia y se llama Viktor Drago (Florian Munteanu), Sí,. el hijo de Iván Drago (Dolph Lundgren). La revancha de aquella pelea de 1985 en la cual murió Apollo demolido a golpes, se produce en la generación siguiente. Viktor va a USA, muele a golpes a nuestro héroe, y si bien no se queda con el título por un tecnicismo el mundo es testigo de otro desastre en la familia Creed, igual que en Rocky IV digamos. En muchos aspectos se podría decir que “Creed 2: Defendiendo el legado” es casi una remake de aquella (no quieran ver cómo está Brigitte Nielsen), con lo cual todos sabrán cómo termina.
Más allá de las convenciones y la tensión generada a fuerza del montaje tradicional de la franquicia, ésta presentación decrece en acción pero aumenta en el aspecto dramático. Es realmente bueno el anclaje que la trama propone en cuanto a la relación padre-hijo. El obedecimiento a los mandatos familiares y la rebeldía a los mismos le dan paso a ambos para tener su momento de redención. Tanto los rusos como los norteamericanos están signados por la ausencia de afecto, la incomunicación y acaso el miedo. Gracias a esto, Creed 2: Defendiendo el legado” mantiene vivo un relato que por su estructura convencional y predictibilidad se caería rápidamente.
La película se instala sólidamente en el corazón del nostálgico porque sigue a rajatabla la premisa de visitar los eventos del pasado y traerlos como recuerdos al presente de la nueva generación. El encuentro entre Iván y Rocky es una muestra. La fuerza seguirá siendo la misma porque lo que prevalece siempre es el vínculo emocional que cada uno tenga con este universo. Si es por eso, vaya tranquilo.