Creed II: Defendiendo el legado

Crítica de Henry Drae - Fancinema

SECUELAS DEL PASADO

A veces me pregunto si la madurez en la evolución del cine actual se corresponde con la del espectador. Porque no se puede estar todo el tiempo viendo hacia atrás e intentando revalorizar esas películas que hicieron historia como lo fue la saga de Rocky -al menos hasta su cuarta entrega- y colocarlas, primero por un tema nostálgico y luego cualitativo, en un pedestal al que se hace muy difícil llegar con la oferta de hoy.

El tema es que no son las añoranzas personales del espectador promedio, sino los gestores y también partícipes de aquel cine, que quieren hacernos volver a llenar sus bolsillos con los mismos recursos que utilizaron entonces, pero por demás de pasteurizados. Y se los dice alguien a quien no le incomoda ver entregas de nuevas sagas a las que muchos consideran infumables y encontrarles algo de magia. Me acaba de ocurrir con la maravillosa Bumblebee a pesar de que Michael Bay me hizo desarrollar una suerte de alergia muy agresiva a todo lo que llevase Transformers como título. Y hago mención a esto porque lo mío no va ni por el lado del prejuicio ni por las expectativas, Creed 2: defendiendo el legado es una película mediocre, olvidable y que desperdicia recursos valiosos que, bien utilizados, hubiesen hecho aullar de emoción hasta a un espectador poco exigente.

La primera entrega (Creed) tenía ese estímulo de ver de nuevo a nuestro Rocky Balboa cerca de un ring, y si bien la nueva estrella a la que acompañaba estaba lejos de ser un personaje entrañable, su background bien tramado y construido a partir del emblemático Apollo Creed, fue bastante acertado. Incluso tuvo sus momentos, tal vez demasiado ostentoso y sobrevalorado el plano secuencia de la pelea, pero aún así el viejo “Rock” hacía que valga cada momento de su aparición en pantalla para reflotar al poco carismático Michael B. Jordan, que no tiene ni para empezar a capturar el brillo del Creed original, Carl Weathers.

Y en Creed 2: defendiendo el legado esos problemas de falta de empatía y de seducción del personaje central se agudizan. Porque para traer a Iván Drago al ruedo no sólo hace falta la excusa de un deseo atrasado de revancha. Eso bastaría como disparador, pero nunca como motor principal de una historia floja y remanida, de guión perezoso y recurrente. Si Jordan tiene poco carisma en relación a su “padre”, el hijo de Drago es una piedra con respecto al suyo. Y no hablamos de dotes actorales, sino de presencias que atemorizan, que roban cámara, que hacen pensar que al contrincante que le coloquen en frente, hay que ir tallándole la lápida para no perder un segundo de tiempo. Ivan Drago era eso, no sólo desde lo imponente de su físico, sino desde su mirada, desde un rostro esculpido por la madre Rusia. De hecho Rocky 4 valía la pena sólo por los cruces de miradas entre ambos contendientes. ¿Ven algo parecido aunque sea en el poster de Creed 2? Ya sabemos que el contexto histórico era otro y eso ayudaba, pero eso no quita que el mérito del director de casting de ese entonces fuera cien veces superior al actual, dados los resultados.

Y si en 1985 eran ese asesino implacable en el ring y el tipo que ganaba con el corazón, y que como motivación debía, nada más ni nada menos, que vengar a su amigo, hoy son dos actores mediocres, sin alma, que juegan a recrear un show de músculos brillosos que sus predecesores ya no pueden lucir. Y con una historia que no hace más que repetir esquemas. El boxeador falto de motivaciones que tiene otras cosas en la cabeza y el que viene de afuera a llevárselo puesto porque tiene objetivos claros, la esposa que sufre pero lo banca a pesar de las idas y vueltas, el tema de la paternidad como para darle el toque sensiblero. Como contrapunto se muestra la frialdad del oponente ruso y esa relación singular de su famoso padre con la madre de su hijo, cuya aparición no tiene más sentido que el de apelar a la nostalgia del seguidor de la saga previa.

No voy a decir que no me produce una alegría enorme ver a Stallone haciendo el personaje que le dio su carrera, una vez más y a más de 40 años de estrenarlo, pero este legado no le hace justicia. No lo modifica en el recuerdo, no lo hace crecer en la memoria. No suma más que divisas y se nota.

Intuyo que si un Michael Jordan debe quedar en el recuerdo, hasta ahora es esa bestia del básquet que supo flirtear en el cine con Space Jam, y no quien encarna a este boxeador que lo único que logra es que se extrañe cada fanfarroneada de Carl Weathers jugando a su Apollo Creed hasta el golpe que le diera el final.

Por favor, no defiendan más legados, que saben hacerlo solos.