Protagonizada y dirigida por Michael B. Jordan, Creed III (2023) representa el cierre de la saga spin-off de Rocky. En esta tercera entrega su protagonista Adonis Creed se encuentra establecido y retirado del ring. Ahora conforme a su experiencia se dedica a entrenar a otros boxeadores y dirigir su gimnasio porque como expresa Creed: “dejé el boxeo, pero el boxeo no me dejó a mí”. Sin embargo, todo cambiará cuando un amigo de su adolescencia, Damian (Jonathan Majors, a quien vimos recientemente como el villano en Ant-Man and the Wasp: Quantumania) regrese a su vida en busca de la consagración deportiva que cree que le corresponde. El problema es que Damian perseguirá más que eso, también propagará una venganza contra Adonis ¿Por qué? Los motivos se esconden en el pasado compartido por ambos y que el relato se encargará de dosificar paulatinamente.
Honestamente, Creed III parece ser el largometraje menos logrado de toda la saga (de ambas sagas). La película en cuestión es bastante plana y carece de emoción, algo que siempre caracterizó a este universo diegético que tiene como protagonista el mundo del boxeo y sus resilientes protagonistas. La ópera prima de Jordan tiene un manejo poco sutil de la puesta en escena y de los recursos técnicos, en donde todo resulta resaltada y explicitado hasta el cansancio. En adición, los efectos se ven visualmente groseros y en cuanto al desarrollo argumental algunos elementos son poco verosímiles y forzados, como, por ejemplo, que Damian pelee por primera vez contra un campeón mundial como Chavez. Mientras que Creed II (2018) replicaba exitosamente el esquema narrativo de Rocky IV (1985), sin embargo, esta nueva entrega es conducida en piloto automático sin pasión alguna.
En adición, es evidente también que se notan los cambios de dirección, guión y por supuesto la ausencia del entrañable Rocky, interpretado por el popular Sylvester Stallone, quien además escribió conjuntamente el guión de las dos primeras Creed. La omisión de Rocky en la obra en cuestión deja cierta sensación de vacío en el espectador y lo peor es que en casi dos horas del filme ni siquiera es mencionado. Lo cierto es que sin Stallone no hubiese existido un Rocky, y sin Rocky no hubiese existido Creed (ni padre, ni hijo). Cada entrega de Creed fue reduciendo el tiempo en pantalla de Rocky, si bien esto tiene coherencia narrativa, ya que cada una de las entregas de este spin-off se corresponde con un estadio en la vida de Adonis, componiendo en cierto modo tres actos: el aprendizaje, la consagración y la madurez.
Si bien Stallone figura como uno de los productores de Creed III, aparentemente su ausencia actoral, se debe a sus disputas con la familia de productores Winkler, debido al reparto de los derechos de Rocky. Stallone escribió el guión de varias películas de la saga iniciada en 1976 y dirigió algunas de ellas, por ende, en cierto modo su reclamo sobre los derechos parece éticamente razonable. En conclusión, si bien Creed III es entretenida no está a la altura de ninguna de las entregas anteriores.