El boxeo siempre tuvo un vínculo fuerte con el ámbito cinematográfico. De hecho, es uno de los espectáculos preferidos para ser abordados dentro del ámbito de los dramas deportivos. En este particular subgénero, quizás la película (luego convertida en saga) más famosa sea «Rocky» (1976) dirigida John G. Avildsen y protagonizada por Sylvester Stallone.
Además de ser la película que catapultó a Stallone al estrellato, el relato sirvió de base para confirmar/reestablecer ciertas reglas básicas del subgénero y moldear las secuencias de entrenamiento que hoy por hoy damos como algo tan corriente como específico de este tipo de films. Tal fue el éxito del relato original que dio origen a una saga compuesta por 6 entregas y un spin-off en 2015 titulado «Creed», que seguiría la historia del hijo de Apollo Creed (Carl Weathers), fallecido en la «Rocky IV» (1985) tras el mítico combate con Iván Drago (Dolph Ludgreen). Adonis Creed (Michael B. Jordan) contra todo pronóstico dio origen a una nueva saga que en este momento se convirtió en trilogía, gracias a este nuevo opus que además representa el debut de Jordan tras las cámaras.
Al parecer y pese al no ser del todo necesario que se siga explorando la saga, los guionistas y directores que se fueron involucrando en la misma fueron encontrando nuevas historias para contar al mismo tiempo que buscan la forma de profundizar en personajes nuevos y añadirle más dimensión a los ya existentes. Si «Creed» funcionaba a modo de una especie de «soft reboot» y «legacy sequel» de la película original (un reinicio que además de ser un nuevo comienzo para la saga, busca personajes nuevos y honra a los originales) resultando en una especie de revisión no oficial de la película del ’76, y «Creed II» comenzaba a ser una especie de remake de «Rocky IV» de la misma forma, «Creed III» intenta separarse un poco de la saga original a tal punto que el personaje de Stallone no aparece en el film, esta tercera parte termina teniendo algunos puntos de contacto con «Rocky III» (1982) pero llevándolo todo a un terreno algo más oscuro y personal.
El largometraje nos muestra a un Adonis Creed (Jordan) retirado, que intenta adaptarse tanto a su vida como padre como a su nuevo trabajo patrocinando combates y formando a una nueva generación de boxeadores. En ese contexto aparece Damian (Jonathan Majors), un amigo de la infancia y antiguo prodigio del boxeo, que acaba de finalizar una larga condena en prisión. Creed se siente en deuda con su amigo e intenta darle una segunda oportunidad para que pueda rehacer su vida. No obstante, nada sale como Adonis espera y un enfrentamiento entre estos antiguos amigos parece inevitable. El problema es que Damian no tiene nada que perder mientras que Creed tiene todo en juego.
«Creed III» está tan empecinada en alejarse de la saga y sustentarse por sí misma, que en el medio termina olvidándose de ciertas cuestiones y termina convirtiéndose en algo obvia y poco sutil. La dirección de Michael B. Jordan le da cierto carácter distintivo a los combates y las secuencias de entrenamiento, pero también le termina bajando un poco la épica en ciertos momentos clave. Que no se malinterprete, para ser la 9na parte (o tercera de este reboot) de la saga, la película es muy entretenida y aborda algunas cuestiones interesantes como todo el comienzo donde se exploran los orígenes de Creed y de una oscuridad que acechaba sobre su cabeza. Incluso la introducción de Jonathan Majors como oponente suma bastante y da paso a un duelo interpretativo que favorece al film. Quizás el personaje de Damian resulte incluso más atractivo que el de Creed con todas sus fallas y con un arco dramático con muchos matices desde su aparición hasta su escena final. El problema quizás está en que la película presenta algunas subtramas en las cuales no termina de profundizar y sobrecarga a la película en general.
No obstante, «Creed III» resulta ser una película que, pese a sus fallas, tiene un número igual de aciertos en lo que respecta a la dimensión humana, a las formas de abordar la familia, la amistad, las historias de superación y la posible redención de cualquiera que se lo proponga. Si a eso le sumamos una puesta en escena correcta y una visión diferente en lo que respecta a los combates y las luchas internas de los personajes, es en esos momentos en los que la ópera prima de Jordan vuela sobre el cuadrilátero y nos da un golpe directo al corazón que nos hace olvidar de todo lo demás.