“Crespo de Crespo de Villa Crespo”, es el mote que más de una vez ha recibido el director, nacido en una ciudad que tiene de nombre su apellido (por casualidad) y que ahora vive en Buenos Aires en el barrio que lleva el mismo nombre también. Esta serie de casualidades que podrían dar para una broma terminan siendo centrales en un filme que es una investigación acerca de las raíces y de la memoria. Se trata de un documental que empezó siendo acerca de su padre y que se topó, a mitad de camino, con la muerte del hombre, lo que llevó a la película a convertirse en otra cosa, una suerte de réquiem, de elegía, de homenaje.
Acaso la mejor de las películas nacionales con formato “diario” que se dieron en el BAFICI, CRESPO es una película sobre un padre, un hijo y un pueblo, con todo lo que eso conlleva. Utilizando distintos formatos y materiales, grabaciones nuevas y encontradas, mezclando experiencia de vida, recuerdos y entrevistas, Crespo va armando una suerte de lugar físico que es, también, un estado de la mente, ese “extra” que le ponemos a nuestros recuerdos infantiles, nuestro lugar de crecimiento, nuestras familias convertidas en álbumes de fotos, experiencias a mitad de camino entre la memoria y la imaginación infantil. Con recursos simples pero muy sentidos, Crespo construye una película-homenaje que es también una apuesta, a la vez, a la “continuidad de esa memoria” y a la construcción de una nueva identidad.