Atrapar la ausencia
El tiempo no sabe que es cómplice de asesinato porque ayuda a que la muerte concrete su plan. Es transformadora la mirada cuando la muerte acecha y la pregunta sobre la persistencia de los recuerdos truena. Un trueno o la lluvia, ya no se van a sentir como antes y a partir de ahí, el olvido y la memoria en lucha constante a la intemperie de los sentimientos. A Eduardo Crespo el asesino tiempo lo atravesó en medio de un proyecto de documental sobre el pueblo y la actividad en la que su padre tenía mucho para enseñarle, y eso decantó en este viaje e intento de no olvidarlo. Por eso cuando narra,los tiempos verbales se confunden porque estar y estaba hablan de la presencia y la ausencia pero en la continuidad -que solamente se gana en el cine- el tiempo se licua y los pedazos de imágenes, fotos con diapositivas lo detienen en un fotograma o muchos que le ganan a la muerte. Crespo… comparte la incertidumbre, el caos y la búsqueda con la misma fuerza del mar que aparece en más de una ocasión en la película y arrastra desde las olas tanto lo efímero como lo que perdura: el amor y el recuerdo de lo que ya no está.
Crespo es una ciudad situada en la provincia de Entre Ríos, pero también es el apellido del responsable de esta película, que hace de las repeticiones inopinadas, la intervención del azar y la recurrencia de la memoria su materia prima y razón de ser. El director dedica la película al recuerdo de su padre recientemente fallecido. Las imágenes indagan en las sombras flotantes de ese hombre súbitamente añorado, como si el hijo auscultara las oscilaciones del dolor dentro de sí mismo, para comprender al padre pero también lo que lo rodeaba: sus libros, los más variados objetos que juntaba con extraña veneración, sus amistades, su viuda, el propio pueblo cuyo nombre replicaba. Crespo, la película, es una pieza conmovedora de amor filial y una aproximación al poder de evocación de las imágenes.