El Body Horror es uno de los subgéneros del cine de terror más antiguos y tradicionales. El expresionismo alemán post primera guerra mundial daba paso a un cine que deformaba la realidad y distorsionaba la imagen con un gran poderío visual para la época. Acompañado de maquillajes exagerados y cuerpos pronunciados (véase El gabinete del doctor Caligari o Nosferatu). Hoy, con el género más explorado, es difícil conseguir films que representen esa etapa del séptimo arte. Parece contradictorio, pero son aquellas cintas independientes, que pasan en su mayoría sin pena ni gloria por festivales, las que buscan redescubrir ese subgénero. Bajo esa ecuación podemos darle una oportunidad a Hatching, película finlandesa dirigida por Hanna Bergholm con estreno y buen paso por el pasado Festival de Sundance.
Tinja (Siiri Solalinna) es una dulce niña de unos 12 años que vive con la presión constante de su madre de ser perfecta. Angustia que viene en aumento por una competencia de gimnasia artística que se acerca, deporte que practica arduamente. A su vez, su madre se encuentra en la búsqueda de convertirse en una especie de influencer. Muestra en las redes sociales una vida familiar ejemplar pero muy alejada de la realidad. Algo propio de los tiempos que corren.
La escena inicial es una secuencia tomada desde el teléfono de la madre de esta supuesta vida amorosa. Sin embargo, se ve interrumpida por la entrada accidental de un cuervo a escena. El animal es atrapado por Tinja y en el intento de ser liberado la madre le rompe el cuello. La niña, con culpa, esa misma noche encuentra un huevo del ave y decide cuidarlo. Dicho huevo crecerá y dará vida a una criatura espeluznante que estará ligada con ella para siempre.
Sacando varios aspectos visuales que rozan con lo amateur, Hatching es una gran historia. Es un thriller que progresivamente ocasiona tensión y sorpresa en la audiencia. El film toma caminos inesperados producidos por la dualidad de la protagonista. La niña abrumada por las situaciones que la hace atravesar su madre y por la indiferencia de su padre, construye en la criatura un alter ego que refleja su lado deshumanizado.
La bestia visualmente está muy bien lograda. Es imposible no pensar que gran parte del presupuesto se fue en la materialización de ella. Incluso eso contribuye a esta dualidad en Tanji que refleja la película. Mientras que la niña busca ser correcta en todo, la criatura actúa en pro a sus sentimientos genuinos. Es allí donde el body horror paga el ticket de entrada. La caracterización de la bestia es espeluznante, asquerosa, grotesca y por supuesto, sin necesariamente quererlo, un toque graciosa.
La película cuenta con todos los ingredientes del cine de culto clásico. Una idea puntual, muchos momentos bizarros, un buen toque de comedia (las escenas donde se alimenta la criatura puede ganarse un puesto en lo mejor que veras el año), personajes extraños, entre otras cosas. Vale la pena aconsejar al espectador a no ir ya comido a la función. Con eso entiendo que está todo dicho.