La voluntad del ocaso
Alcanzar la máxima excelencia cinematográfica implica combinar satisfactoriamente los ancestrales resortes del género (estructura recurrente), el desempeño de los rubros técnicos (coherencia profesional) y la imperiosa necesidad artística de trascender (contenido específico). Nunca está de más recordar que sólo un puñado de anomalías ha logrado llegar a este nivel de insólito esplendor, circunstancia tan deseada por los cinéfilos como desconcertante cuando por fin se presenta. Criatura de la noche: Vampiros (Låt den rätte komma in, 2008) o Let the Right One In, tal su título internacional en inglés, es una obra maestra desde todo punto de vista. Estamos ante un film que funciona a la perfección en términos argumentales y en lo que respecta a su previsibilidad comercial, léase sustrato temático y/o expectativas en función del subgénero trabajado. El horror vuelve a perturbar los sentidos.
El vampirismo como tópico, esa nocturnidad póstuma adicta a la sangre, pocas veces fue aprovechado en su desbordante plenitud, reducido en la mayoría de las oportunidades a esquemas de nulo valor discursivo. Por suerte las excepciones a esta regla general todavía pueden arribar desde las geografías más remotas y saludarnos con su mejor rostro en los momentos menos pensados. La historia gira en torno a la relación entre Oskar (Kåre Hedebrant), un chico retraído que sufre de maltratos por parte de sus compañeros de colegio, y su vecina Eli (Lina Leandersson), una extraña niña que hace poco se mudó al mismo edificio de departamentos. Estos dos jóvenes cuentan con apenas doce años pero ya tienen bien en claro que en la humanidad cohabitan sentimientos aparentemente opuestos como la compasión por el prójimo y los impulsos destructivos, la furibunda sed de matar.
Ambas vertientes de la existencia forman un todo complejo que a su vez se manifiesta de las maneras más diversas. Mientras que él practica desenvainando un cuchillo y sueña con una venganza terminal contra sus hostigadores, ella arrastra una angustia de siglos y por sobre todas las cosas debe cazar para subsistir. Cuando por una mueca del destino Eli se quede sin su Renfield personal y las agresiones contra Oskar superen su umbral de tolerancia, no sólo se pondrán a prueba las habilidades de cada uno para enfrentar un contexto que solicita a gritos respuestas violentas, también surgirá un amor taciturno basado en la melancolía y la solidaridad. La película se caracteriza por su tono sosegado, su prudente narración, el desarrollo cauteloso de los distintos personajes y un minimalismo expresivo que jamás baja la guardia, aún en las sucesivas dentelladas y amputaciones.
El hecho de que la acción se sitúe en los suburbios de Estocolmo, en Suecia, no es un detalle para nada menor. El constante clima nevado, la frustración de las capas sociales marginadas, un modo de ser sumamente parco, la ausencia de perspectivas familiares y cierta claustrofobia esencial son componentes más que significativos en un extraordinario planteo vinculado a las disrupciones primordiales y los muchos callejones sin salida que el devenir diario suele imponer. El director Tomas Alfredson, proveniente de la televisión y verdadero especialista en comedia satírica, hace maravillas con el sólido guión de John Ajvide Lindqvist, adaptación de su propia novela. A través de una escenificación etérea, un ritmo pausado y un diseño de producción bastante crudo, la trama se sostiene y avanza con una enrarecida naturalidad, siempre en consonancia con esa imaginación intransigente.
Aunque el equilibrio dramático es uno de los elementos centrales dentro de una propuesta que ha sido balanceada a conciencia, no podemos dejar de destacar las estupendas interpretaciones de Hedebrant y Leandersson, dos actores que a su corta edad deslumbran por la profundidad y el realismo alcanzados. Sin adentrarse demasiado en la riqueza ambivalente del relato, únicamente diremos que asuntos escabrosos como la homosexualidad y la insatisfacción afectiva son tratados de forma sutil, a puro ingenio. Sendos estados de ánimo, la ternura sugerida y la furia explícita, confluyen a lo largo de esta fábula romántica hasta desembocar en un final de una macabra belleza. Reformulando los cuentos de hadas más tenebrosos y tal la interpelación del título original, el juego de voluntades a los pies del portal hace que el ocaso justifique la extracción de hemoglobina.