A sangre fría
Ramón Cáceres (77) desposó a Norma Aveldaño (33) en Deán Funes, Córdoba. Tres años más tarde la mujer y su hermano asesinaron a Cáceres con alevosía en San José de las Salinas. A la fecha, éste es el único crimen registrado en la historia del pueblo, que posee unos 700 habitantes. La película Crimen de las Salinas (2016), de Lucas Distéfano, reconstruye el caso.
La fuente principal del documental son las divagaciones de los pueblerinos, que especulan sobre la relación entre Cáceres y Aveldaño – ¿por qué se casaron? ¿Por qué lo mató? Cáceres no era un hombre de buen vivir ni tenía mucho en su haber, salvo por una exigua jubilación. Opinan policías, abogados, vecinos, familiares – el pueblo entero aporta su punto de vista.
Mientras tanto la cámara de Distéfano hace unos sugestivos travellings a lo largo del desierto salino y la chatarra que lo decora. Algunas tomas parecen sacadas del mundo post-apocalíptico de Mad Max (1979). La implicación naturalista a lo largo de la película es que un entorno inclemente – que no rinde trabajo y empobrece a la gente – es lo que lleva a la fatídica pulsión criminal.
Básicamente Distéfano reflota un viejo caso policial que tuvo muy poca cobertura en su momento – toda búsqueda de los nombres de los protagonistas en Internet resulta infructífera, salvo por las menciones de la propia película – y lo utiliza para enhebrar una pequeña trama de rumores y cuchicheos.
El caso es relativamente mundano y la película acepta los hechos de cómo ocurrió el homicidio, quién lo perpetró y la cadena perpetua que cumplen los homicidas en la cárcel de Bouwer. Lo que se pone en cuestión es la motivación. Ninguna hipótesis cierra del todo, lo cual es lo que lo hace tan atractivo.