UN POLICÍA CORRUPTO EN El CAIRO
El agente Mostafa goza de un poder prosaico por las calles de El Cairo, recolectando coimas y aprovechándose de las miserias del capitalismo en una ciudad marcada por protestas y movilizaciones: son los últimos días de la presidencia de Hosni Mubarak y la situación está muy caliente en las calles. El director Tarik Saleh aprovecha datos históricos para adosarle a este policial negro en toda regla un nivel mayor de lectura: la corrupción que muestra Crimen en El Cairo no es sólo la corrupción de unos individuos, sino la corrupción de un sistema degradado y degradante. En ese contexto no queda más que hundirse, como le ocurre a Mostafa (Fares Fares) cuando comienza a investigar el crimen de una cantante en el lujoso Hotel Hilton y mete las narices en lugares donde no debe.
Crimen en El Cairo es una suerte de noir que cruza tanto la tradición más fiel como sus acercamientos y relecturas. Porque en su construcción hay tanto de novela negra clásica, con los elementos típicos del género, como en sus climas y tensiones mucho de la textura que el polar francés supo adosarle al concepto. Y en su mirada sobre cierta marginalidad una redefinición similar a la que Fabián Bielinski hizo en Nueve reinas: lo que sucede en la película es particular de un espacio y un lugar. De ahí, su cuota de autenticidad y pertenencia cultural. El protagonista, un policía con una vida que se adivina algo difícil, aprovechó conexiones familiares para ocupar el lugar que ocupa. Incluso, si se sigue haciendo el gil ante determinadas situaciones, es probable que ascienda en el cargo. Pero por un motivo que el guión no termina de desarrollar del todo bien, Mostafa se involucra más de la cuenta en una investigación y termina acorralado entre el poder espurio de sus superiores y su inusitada búsqueda de la verdad. Lo que no desarrolla bien el guión es el porqué de su obsesión, habida cuenta que conoce bastante bien el entramado corrupto que lo rodea. Eso vuelve un poco inverosímil el relato, hasta en sus vueltas de tuerca.
Lo que hace bien el director Saleh es apelar desde lo narrativo a un ascetismo que controla las emociones, impregnando todo el relato de un tono profundamente trágico. Desde su puesta en escena, no parece haber salida, lo que rebota inmediatamente con el contexto político en el que la historia se imprime. Mostafa avanza en su investigación y la misma termina involucrando, como en Barrio Chino, a sectores que tienen fuerte vinculación con el desarrollo de la región. Se podría decir que Crimen en El Cairo trabaja bien lo argumentativo, construyendo interesantes relaciones de poder entre los personajes y que sus problemas son en verdad formales, especialmente de montaje. Porque en su última parte, cuando tiene que resolver toda su trama policial, se vuelve inconsistente y no puede aplicar la tensión dramática a lo más enfático de los hechos, incluso con algunas elipsis algo molestas que fragmentan demasiado el relato. Crimen en El Cairo diluye así su potencia inicial porque termina ganando más el subrayado político que la posibilidad de sugerir por medio de las nobles herramientas del género.