Tras El patrón, radiografía de un crimen (2014) y El hijo (2019), Sebastián Schindel consigue con Crímenes de familia su película más rigurosa, ambiciosa e inteligente dentro de una filmografía que comenzó con varios documentales (Rerum Novarum, Germán, Que sea rock, Mundo Alas, El rascacielos latino) y en los últimos años ha abrazado de lleno la ficción, aunque sin descuidar la crítica social.
Entre el drama y el thriller, Crímenes de familia aborda distintas temáticas muy actuales (la corrupción de la Justicia, las diferencias de clase, el consumo de drogas, la violencia de género, los embarazos no deseados, la sororidad entre mujeres, los alcances del movimiento feminista y un largo etcétera), pero -contra todas las presunciones- nunca pierde el eje, sabe dosificar los distintos elementos de la trama, logra darle carnadura a cada personaje, va adosándole con convicción nuevas capas al relato y construye una narración con tensión y suspenso hasta el desenlace final. Puede que en algún momento ciertas denuncias resulten un poco obvias (como a la hora de exponer las maniobras más turbias de los grandes estudios de abogados en connivencia con los juzgados), pero el guion de Schindel y Pablo Del Teso es en casi todo su desarrollo un mecanismo bastante aceitado que luego tiene su correlato en una clásica, cuidada, precisa e intensa puesta en escena.
La protagonista casi absoluta del film es Alicia (Cecilia Roth), una mujer de clase media-alta que vive en una casona de Recoleta con su marido, Ignacio (Miguel Angel Solá), la empleada doméstica, Gladys (Yanina Ávila), y el pequeño hijo de ésta, al que prácticamente la “patrona” se encarga de educar. Más allá de ese ámbito doméstico, deambula Daniel (Benjamín Amadeo), el hijo del matrimonio que, además de sus permanentes estafas y de la adicción a drogas duras, corre serio riesgo de volver a prisión por el juicio que le hace su ex esposa, Marcela (Sofía Gala Castiglione), quien lo acusa de reiterados y crecientes actos de violencia.
La estructura del film se va complejizando (hay dos procesos judiciales y una narración pendular en el tiempo), pero Crímenes de familia se sigue con interés y -si se tiene la necesaria paciencia- la recompensa es estimulante. Las actuaciones son todas sólidas (con puntos muy altos en los trabajos de Roth, Amadeo, Avila y el secundario de Paola Barrientos como una psicóloga) y también se destacan los aportes del director de fotografía Julián Apezteguía, del músico Sebastián Escofet y de Daniel Gimelberg en el arte. De lo mejor del cine argentino de esta complicada cosecha 2020.