Pasillos oscuros
Crímenes de Familia (2020) es el tercer film de ficción de Sebastián Schindel, el director de El Rascacielos Latino (2012), el documental sobre el Palacio Barolo, icónico edificio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y de los films El Hijo (2019) y El Patrón, Radiografía de un Crimen (2014), otra película basada en un caso real.
Originalmente titulada Agravados por el Vínculo, el film narra dos casos judiciales que involucran a tres madres. Gradys (Yanina Ávila) es una joven semi analfabeta con un niño pequeño y trabaja como mucama en el departamento del barrio de Recoleta de Alicia (Cecilia Roth) y su marido, Ignacio (Miguel Ángel Solá), un ingeniero jubilado, una pareja argentina de buena posición económica cuyo hijo, Daniel (Benjamín Amadeo), está envuelto en una denuncia por violencia contra su esposa, Marcela (Sofía Gala Castiglione). Alrededor del juicio entre Daniel y Marcela y el de Gladys se teje un círculo que tiene a Alicia como protagonista en un rompecabezas que no muestra todas sus piezas clave hasta el final.
Basada en dos casos policiales distintos, el guión de Sebastián Schindel junto a Pablo del Teso construye las situaciones de violencia sobre retazos que se van revelando al espectador con la finalidad de que espere para realizar juicios apresurados sobre una situación compleja, siguiendo principalmente los cambios en la visión y la actitud de Alicia, una madre que inicialmente intenta ayudar a su hijo y que condena a su mucama por un crimen que no puede concebir.
A pesar de ser un film duro que trabaja temas sensibles como la violencia domestica en la pareja, la violencia psicológica y la violación, el opus de Schindel no genera tanta emotividad como debería en este tipo de situaciones debido a que la protagonista solo sufre cierta manipulación y un grado leve de negación maternal. Además, las características protocolares judiciales desaceleran demasiado el ritmo del film y el desdoblamiento temporal que había funcionado en su anterior obra, El Hijo, no tiene demasiada necesidad.
Claramente lo mejor de la película son los pequeños detalles de la vida acomodada de Alicia y su marido, la queja por los indiscernibles efectos psicológicos y reales de la inflación en la vida cotidiana, la narración del fracaso del hijo de la pareja, Daniel, la contextualización de la situación de Gladys y las representaciones de la lamentable corrupción judicial vernácula.
También hay un trabajo impecable de los rubros técnicos y artísticos en un policial que a pesar de intentar imponer nerviosismo con la elusión y el retaceo de información, solo logra generar algún suspenso sobre la postura final de Alicia, una mujer que se debate entre su devoto amor por su hijo y su deber moral ante una situación que intenta no ver pero que cambiará su vida y su visión por completo. A esta altura Schindel es un gran profesional en el arte de presentar una situación sobre la que se tienen posiciones morales para cuestionar el sentido común y poner en entredicho las presuposiciones y los juicios apresurados.
En general las actuaciones son buenas, aunque en algunos casos solo aceptables, destacándose Cecilia Roth, Miguel Ángel Solá, Marcelo Subiotto y Yanina Ávila en sus respectivos papeles. La música de Sebastián Escofet no aporta demasiada tensión, tan solo acompaña el registro de una tragedia con un final previsible pero aleccionador.
Crímenes de Familia es una buena película que trabaja sobre las relaciones de clase, de violencia doméstica y sexual y los traumas que surgen de estas situaciones. Los conflictos que nacen del choque de clases están desarrollados con mucha corrección política y son una parte importante del universo de Schindel, quien ya había abordado la cuestión desde un punto de vista más brutal en El Patrón, Radiografía de un Crimen, ya que dichas temáticas no tienen en los medios masivos la visibilidad y el análisis que merecen en un país que busca escapar de sus traumas y de sus crisis permanentes sin éxito.