Crímenes Imposibles, una propuesta de nobles intenciones y fallidos resultados.
El terror religioso tiene la capacidad de darle una dimensión dramáticamente contundente a un tema tan poco tangible –pero no por ello menos relevante– como es el de la fe. Si bien el atractivo sobrenatural inherente a una premisa de dicha naturaleza es lo que lo hace atractivo, no pocas veces se pierde en la vorágine de los efectos especiales y de maquillaje que pueden apreciarse en su contemplación pero no necesariamente sentirse: eso se debe a que muchas veces el desarrollo de personajes no está alineado con los valores de producción y son ellos quienes ganan la pulseada.
Estas son las aguas que surca el cine de género en cualquier país del mundo, y Argentina no es la excepción. Crímenes Imposibles es un ejemplo de esta ecuación desfavorable.
Crímenes Imposibles, materializar lo imposible
El guion parte de una premisa atractiva: una serie de asesinatos con un perpetrador claro, pero del que no hay evidencia que haya estado ahí.
Por otro lado, más que plantear una debate entre la creencia y el escepticismo, es principalmente una reflexión sobre la culpa que está atravesando el protagonista. Sin embargo, aunque sus intenciones son nobles y su premisa atractiva, los resultados tristemente son otra cosa.
El desarrollo es predecible. El espectador puede anticipar tranquilamente el giro sorpresivo del final con la información de un solo plano detalle. Otro punto a señalar son los endebles diálogos, casi sin subtexto alguno y que no pocas veces entorpecen acciones que la imagen podría desplegar por sí sola.
El nivel técnico de Crímenes Imposibles tiene ideas interesantes en materia cámara, con apuestas destacables en cuanto a movimientos, pero sobre todo en su iluminación (no pocas veces evocando a lo religioso de su contexto) y su uso de las lentes. Todo esto complementado por una dirección de arte que oscila entre los colores otoñales y los colores fríos bordeando en la palidez, recordando mucho a El Exorcista.
El nivel interpretativo es, en términos generales, prolijo, sin mucho que destacar. Hacen lo que pueden con el guion y los personajes que recibieron.
Es necesario separar cuando hay una interpretación poco lograda de cuando hay un buen intérprete al servicio de un guion que no lo ayuda. Traído esto a colación, lo que muchos lectores se estarán preguntando a esta altura de la reseña es ¿qué tal la actuación de Federico Bal? Esta crítica no va a tomar el camino fácil y sensacionalista de comparar lo hecho en esta película con su incuestionable presencia mediática, pero por otro lado estamos en la obligación de decir la verdad sobre lo que vimos. No una verdad absoluta, sino de sinceridad con nuestro punto de vista sobre lo que realmente nos pareció su labor: el joven intérprete le pone su mejor esfuerzo, dedicación y pasión a la hora de interpretar a un tradicional personaje de película de género, pero los resultados que produce no son buenos. Tampoco estamos hablando de algo que no se pueda mejorar en futuras producciones.