Un asesino serial desabrido
El thriller sobre un asesino serial protagonizado por Tom Hardy y Gary Oldman, basado en la novela de Tom Rob Smith.
"No hay crímenes en el paraíso”. Con esta premisa arranca Crímenes ocultos, la adaptación cinematográfica del sueco Daniel Espinosa de la novela de Tom Rob Smith inspirada en un asesino serial que mató a decenas de niños en Rusia. El paraíso, hay que aclarar, era la Unión Soviética de Stalin en la posguerra, que lejos estaba de parecerse al edén que suelen prometer algunas religiones a sus fieles. Por el contrario, la película se preocupa en delinear con detalle la arquitectura estalinista de la década del 50 que apostó por la industrialización, y en la que los enemigos del estado eran considerados traidores, perseguidos, torturados y eliminados sin muchas vueltas.
Leo Demidov (Tom Hardy) es un héroe de guerra devenido agente de la policía, encargado de buscar, encontrar y entregar a estos traidores a la justicia. Sin embargo, perderá todo su poder e influencias cuando el régimen lo obligue a denunciar a su propia esposa, Raisa (Noomi Rapace). A cambio de seguir vivos, ambos terminan exiliados en un pueblo del interior, en donde retomarán junto al general Nesterov (Gary Oldman) la cacería de un asesino serial de niños encubierto por el gobierno. Está claro, los homicidas son solo un producto capitalista y no existen en suelo socialista.
El desfile de figuras (además de Hardy y Oldman participan también Vincent Cassel, Joel Kinnaman y Charles Dance) no logra hacer de Crímenes ocultos un thriller interesante. El dilema de héroes versus monstruos a la hora de quitar vidas sobrevuela sin mucha fuerza el relato, que se diluye dejando a la vista una fábula ligera sobre el comunismo explicado por occidentales. Allí es cuando el acento forzado de Hardy, sumado a los evidentes lentes de contacto que usa Rapace (qué necesidad), se vuelven caricaturescos. La moraleja, si es que cabe alguna, también es ligera: el comunismo también produjo engendros. Qué lástima que no fueran tan atractivos y macabros como los que salieron del útero capitalista.