Crímenes ocultos

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Mamuschka

No se puede negar que Crímenes ocultos sea una película ambiciosa. Lo es, por producción, por elenco y por un entramado narrativo que adapta la novela de Tom Rob Smith con un alto grado de barroquismo: hay un drama romántico inserto en una película de espías con el estilo del cine de posguerra, que a la vez se abre con una subtrama de asesino serial de niños, lo que sirve también para reflexionar sobre lo humano como un símbolo resbaladizo que da cabida a lo monstruoso. Y todo esto, al fin de cuentas, para echar una mirada sobre cómo la Rusia stalinista se debatía entre su control absoluto y una serie de miserias dignas de la peor de las burocracias. El problema de Crímenes ocultos no termina siendo, al fin de cuentas, su complejo andamiaje, sino más bien que el director Daniel Espinosa nunca termina por encontrarle el tono justo ni la claridad expositiva como para que el thriller tome ritmo y genere interés. La película es como una mamuschka, que saca y saca cosas de su interior sin nunca acabar.

Espinosa ya había abordado personajes ambiguos en su anterior y más conocida Protegiendo al enemigo. Y, de hecho, este chileno-sueco supo trabajar esas texturas borrosas en otros films de género. Por eso que Crímenes ocultos funciona al menos durante su primera media hora, cuando la película es una y cuando el agente encarnado por Tom Hardy está encargado de llevar adelante la cacería de disidentes y “traidores”. Es ahí, cuando el terreno del thriller se desanda, que la mano artesanal de Espinosa construye los climas justos, y los personajes se muestran sólidos aunque contradictorios. Pero el film comienza a complicarse (y a convertirse en varias películas dentro de una) cuando por un lado aparecen los cadáveres de niños (con imágenes que tranquilamente -y con algo de pudor- podrían haberse obviado) y por el otro el estado ruso empieza a dudar de la esposa del agente. La película se amaña, se vuelve confusa, incluso fragmentaria al nunca poder vincular ambas subtramas. Es como si el director nunca pudiera contar las dos cosas a la vez, y tuviera que tomarse varios minutos para ir cerrando las historias por separado.

Hay otra cosas para cuestionarle a Crímenes ocultos, como por ejemplo el hecho de poner a esta altura del Siglo XXI a rusos que hablan en inglés. Y que encima lo hacen como falsos rusos con acentos imposibles. Es un verosímil, dentro de una película que no termina por soltarse al entretenimiento y se siente atada a cierta “denuncia” histórica, imposible de sostener a esta altura. También es para preguntarse si era necesaria la inclusión de la subtrama del abusador de menores, historia basada libremente en un asesino serial que existió en Rusia pero que vivió varios años después (al respecto pueden ver aquel buen telefilm Ciudadano X). Pero de todos modos la película es tan fallida, que estos elementos a lo sumo permiten algunos momentos de humor involuntario.

Tal vez Espinosa debería aprender un poco de lo que un tipo de cómo Paul Verhoeven hizo en El libro negro, y saber de qué manera construir un entretenimiento alrededor de la historia sin perder el rigor pero tampoco la capacidad de asombro.