LA ANESTESIA QUE MEJOR DUERME
Jamás entenderé el criterio de los responsables de las distribuidoras al traducir los títulos del original. Sobre todo porque en este caso Anesthesia es inmejorable en todos sus sentidos. De manera bien intencionada porque la película habla de esa parte dormida que tenemos todos y nos hace ir por la vida insensibilizados hasta que algo nos parte como un rayo y las cosas comienzan a cambiar, a veces de manera casi imperceptible pero sin dejarnos enteros ya nunca más. Y en el modo cruel, Anesthesia le viene como anillo al dedo porque puede llegar a dormirnos más rápido aún que la propia droga y quizás tan profundamente como para soportar una operación a corazón abierto. En todo caso Crímenes y virtudes tiene un solo crimen (o un par si se computa por víctimas) y de virtudes algunas que tampoco servirían en conjunto como para justificar el contenido de la historia.
El profesor Walter Zarrow, a punto de jubilarse, es atacado de gravedad cuando va camino a su casa luego de cumplir un ritual en el cual le compra un ramo de flores a su esposa. Pide ayuda en un edificio de departamentos y consigue la atención de un habitante ocasional (Corey Stoll) que interrumpe un encuentro con su amante para auxiliarlo. Luego de este comienzo intrigante, la historia comienza a vagar (y a divagar) por diálogos y escenas breves de muchos personajes de distintas generaciones, cuya conexión con Zarrow es muy cercana o familiar, a excepción del sujeto que lo ayuda en ese incidente. Todo esto sucede a modo de precuela de esa primera escena en la que sabemos la suerte final del profesor, al menos hasta que se retome el hilo minutos después.
El problema mayor pasa por la poca profundidad a la que puede llegarse como límite al dispersar tanto el protagonismo. De las historias corales que vi debe ser la que más reparte en atención entre sus personajes. Tanto que no llega a desarrollarse ninguno -salvo quizás el de Zarrow- como para que el espectador pueda empatizar un poco con cada situación. Todos son simpáticos y agradables, recitan con gran capacidad de análisis filosófico y pensamiento, son mordaces pero, a pesar de todas esas “virtudes”, mortalmente aburridos al ser empalmados con tanta torpeza argumental. Nada malo puede decirse de las actuaciones a las que Blake Nelson presta mucha atención, ni de su propio ego ya que se reserva un papel discreto a pesar de ser director y guionista, pero no así de la pretenciosidad del mensaje ni de la evolución dramática de ese conjunto de sketches que de tan uniforme resulta plano y soso.
Volviendo al tiempo en pantalla de cada personaje y/o a su relevancia, Kristen Stewart tiene lo mismo que sus pares pero queda como la más descolgada haciendo de la estudiante depresiva de Zarrow, teniendo en cuenta que casi todos los demás son familiares del profesor. No está mal ni descolla y sin su presencia la película sería lo mismo. Aunque a decir verdad, quitando de a uno por vez es probable que pase de igual manera. Siempre a excepción de Zarrow (Sam Waterston, de The newsroom) cuya solidez interpretativa acaso nos dé el mínimo interés necesario para llegar al final. Glenn Close, Corey Stoll y Gretchen Moll completan un elenco interesante pero no logran remontar con su buen trabajo algo tan lleno de languidez y sensiblería discursiva. Ni siquiera la cámara nos enseña nada interesante, jugando a completar el argumento repitiendo la misma escena en distintos planos. Un puzzle de recursos tan obvios que bordea la subestimación.
En definitiva, Crímenes y virtudes nos deja la enseñanza amarga de que mejor que hacer planes es vivir el momento porque la vida es corta, efímera y de final incierto. Tanto que debiera recomendar -de manera enfática- aprenderlo de otra manera mucho menos aburrida.