La vida acuática en el litoral santafesino.
Si existiera una categoría como el documental épico, Crol, de Verónica Schneck, sería un buen exponente. Tomando la maratón acuática Río Coronda como cinta transportadora, el film opera como una introducción en una mitología popular propia del litoral santafecino, pero por completo extraña para quienes son ajenos a la cultura de la región. Se trata de un relato de la vida acuática, elemento vital para las comunidades de ciudades como Santa Fe, Paraná o Coronda, que como cualquier otro relato épico tiene sus héroes, sus titanes y sus dioses. Pero es difícil sumergirse en ese pasado fabuloso si no se comienza por comprobar el producto de sus hazañas y eso es lo que hace Crol al empezar su historia en tiempo presente, suponiendo con razón que mostrar la obra terminada es la mejor forma de hablar de sus hacedores.
Esa obra es la mencionada maratón, un evento deportivo internacional de primer nivel dentro del calendario de competencias en aguas abiertas, que se realiza casi sin interrupciones desde 1961 y que fue creada a partir de los buenos “resultados que en otros países obtenían los nadadores argentinos”. Así dice en la página oficial de la maratón del Río Coronda que une Santa Fe y Coronda, cubriendo una distancia de 63 km. Realizada esta introducción, Crol intercala ese presente con el relato de quienes son los precursores. Así se cuentan las historias de Pedro Candioti, el profesor, quien en los años 40 realizó toda clase de pruebas de permanencia, obteniendo un record de 100 horas 100 minutos nadando en el río sin parar.
O ya en primera persona las de Ramón Báez, nadador amateur uruguayo, quien le ganó al propio Johnny Weissmüller, campeón olímpico y Tarzán, aunque con nobleza hoy recuerde aquello como la impertinencia de un joven mortal desafiando a una divinidad en el ocaso. O la de Teresa Plans, la Sirena, que en los ‘50 unió las ciudades de Santa Fe y Coronda a brazada limpia y en medio de un temporal del que ni los barcos se salvaron. O la de Antonio Abertondo, que consiguió la hazaña nadar por primera vez desde Rosario hasta Buenos Aires. Cuentan que en las dársenas porteñas lo recibieron cientos de personas y que al salir del agua no dudó en dedicarle su triunfo al General Perón frente a los periodistas. Era 1956 y según dicen, la policía se lo llevó del puerto directo al calabozo por nombrar lo innombrable.
En Crol la natación es abordada en su faceta menos masiva, menos marketinera, aunque decididamente más popular. Pero también como una herramienta para sobrevivir en manos de los pobladores de las comunidades más humildes de las ciudades litoraleñas. O como un camino de superación personal y búsqueda de una gloria que quizás no sea posible comprender desde la burbuja de la realidad de una ciudad indiferente como Buenos Aires. Combinando un registro por momentos excesivamente formal con otros de gran belleza fotográfica, Crol es sobre todo un retrato emotivo de esos dioses de pueblo.