Sabor a mí.
Basada en una novela homónima de Nathan Nash, Clint se ocupa de la transposición a cine de esta historia romántica, que oscila entre el western moderno y la road movie. Anticipamos que es una película para dejarse llevar y disfrutar (no racionalicemos tanto), sobre todo para admirar la voluntad y la trayectoria de un grande como Eastwood, quién filmó Cry Macho en plena pandemia.
Mike Milo es una ex estrella del rodeo estadounidense, con el tiempo volcado al alcohol después que su familia sufre un trágico accidente. Le debe un favor a su antiguo jefe, quién le ofreció una mano y trabajo en ese momento tan doloroso de su vida. Por lo que este le pide que cruce la frontera de México para que encuentre a su hijo adolescente y lo traiga de regreso a Texas, junto a él.
Su jefe no ve a Rafa (Eduardo Minett) desde los 6 años (es la referencia física que tiene Mike del joven), y corre el rumor de que no la está pasando nada bien con su madre; así comienza el derrotero. La película se divide en dos partes: por un lado, el viaje del vaquero hacia México, el encuentro con la madre, hallar a Rafael y convencerlo de regresar con él; incluido lidiar con la problemática mujer que trata como un objeto a su hijo y no lo quiere “entregar”.
Por el otro, la vuelta hacia la frontera con el muchacho y su gallo de riña, Macho, que también se transforma en uno de los protagonistas. Huyendo de los federales y lo matones de la madre, se topan con un pequeño pueblito en donde conocen a Marta (Natalia Traven), una verdadera matriarca que maneja la taberna del pueblo e inmediatamente refugia a la singular dupla, además de conectar de manera muy especial con el duro de Mike.
Aquí es otra historia. El tiempo se detiene y con la excusa de su automóvil averiado, el viejo, el joven y el gallo, se quedan allí por varias semanas habituándose orgánicamente al lugar, y estrechando una relación con Marta, una mujer de armas tomar quién cría a sus nietas que han quedado huérfanas. Al viejo Mike la vida le ofrece otra oportunidad, y se aferra a la misma.
No estamos ante su mejor película. A pesar de narrar con precisión clásica y ser resolutivo, quedan expuestos varios errores de guion, así como un par de actuaciones algo impostadas. Clint está grande y más reflexivo, con cada película que filma se está despidiendo de esta vida, en consecuencia, ablanda su discurso al punto de referir que el concepto de macho está sobrevalorado. Clint ahora es un romántico, la melancolía se percibe en cada fotograma, en cada sutil movimiento de su frágil cuerpo, de su voz baja y rasposa. Cry Macho es una carta de amor, es un drama por encima del promedio que demuestra que Eastwood nunca ha perdido la épica.