Una serie de eventos desafortunados, un film que no debió haber sido.
La literalidad absoluta para reflexionar acerca de esas cosas vitales que se aprenden con la experiencia, cuando la sabiduría adquirida al final del camino no garantiza hacer las paces con el propio pasado.
La previsibilidad total para abordar cuestiones que reflejan valores ‘importantes’ para nuestra sociedad. Y la pretensión de hacerlo sin la solemnidad que la mirada retrospectiva dicta. Y todo aquello orquestado con el más tibio interés. Todo sea porque un mediocre guión llegue a su punto final. Clint Eastwood no escribe esta película, pero la dirige y la produce. Su narrativa consolidada, fuerte como una espuela de hierro, han sido su as bajo la manga a lo largo de una prolífica y dilatada carrera. Si de algo puede enorgullecerse Clint es de su artesanía para contar historias. Virtud que aquí brilla por su ausencia.
No temer hacer el ridículo. El absurdo y la vergüenza ajena. “Cry Macho” es un compendio de malas conjeturas conceptuales y pobrísimas decisiones estéticas. Podrían enumerarse como si de un inventario se tratara. Léase:
Mafiosos mexicanos en pueril retrato. No existía el muro de Trump pero intolerantes y fascistas hubo siempre. Prestemos atención: los narcotraficantes no suelen perdonarte la vida…sin embargo te dejarán entrar a su mansión y serán doblegados (por partida doble, triple) por un implacable gallo llamado Macho. ¿El lugar común latino por antonomasia? Irrisorio.
“Cry Macho”, la última película del veteranísimo e inoxidable Clint Eastwood viene a poner en duda algunos de los paradigmas antagónicos que vertebran a una condición humana a la que el viejo Clint parece no pertenecer. Dueño de un tiempo pasado mejor, no teme confrontar antañas convicciones. Aunque en realidad, no siente a gusto de un lado ni de otro de la frontera limítrofe.
“Solía ser muchas cosas”, dice el jinete pálido. Pero ya no más, Harry Calahan. Algo luce fuera de encuadre, y no es su silueta crepuscular. Aunque la transparencia de su mirada y las arrugas en su rostro nos sigan robando ternura. Hay algo más que falla a simple vista…tan lejos parece la presente obra de joyas recientes como “La Mula” (2018) y “El Caso de Richard Jewell” (2019). Podría tratarse de una de las decepciones más altisonantes de un año cinéfilo, de por sí, aciago…
“Cry Macho”, o la decadencia del imperio americano. Veamos una posible explicación a tan errática propuesta:
Algo como la discriminación disfrazada de inclusión. En México, el traspaso ilegal fronterizo pareciera estar fuera de control. Allí la (incapacitada) autoridad policial se comporta de modo pueril. Sin embargo, en E.E.U.U. podrías ir preso por robar automóviles. No en tierras aztecas, sino en Texas. Conversaciones de abuelo postizo a nieto adoptivo camufladas de vana trascendencia.
Presa de una narrativa endeble, la buena mano de Clint tras de cámaras busca sortear pobrísimas decisiones que llevan a un cúmulo de escenas al insalvable precipicio. El desértico entorno guarda algunos pasajes más dignos de una postal turística. Busca profundizar, pero no lo logra. El cast actoral no ayuda. Las performances no escapan la vulgar maqueta y dejan mucho que desear. Los clichés se acumulan, los diálogos forzados se apilan, las soluciones milagrosas permiten que la huidiza dupla protagonista pueda proseguir con su plan de fuga, sorteando obstáculos con una facilidad llamativa. Un deus-exmachina siempre al alcance de la mano. Un cambio de vestuario milagroso. Un reposo reparador en un aposento hospitalario. Un apetecible desayuno como por arte de magia. Una siesta que no saca del sopor al incauto espectador, hundido en su butaca.
Una referencia religiosa que inclinará la balanza moral de los actos disfraza el asunto de cierta profundidad. Se habla acerca de tragedias personales y pérdidas irreparables. Pero no hay escapatoria para semejante descalabro. La road movie sigue su curso, las postas se repiten. El círculo los vuelve a encontrar recorriendo el mismo camino. Mike Millo (Clint) es un foráneo que, de modo en absoluto verosímil conoce atajos de rutas que jamás atravesó. ¿Cabe la opción de que nos esté jugando una broma de mal gusto?
La premisa del trabajo por ‘encargo’ de parte de alguien que humillara al antiguo jinete de rodeo, apenas tiempo atrás, coloca el punto de partida del filme en una posición de clara desventaja. ¿Dónde quedaron tus principios, Clint? La excusa para ‘raptar’ a un menor de los brazos de su sobreactuada e insinuante madre complica aún el panorama de un film que busca agua en su propio desierto creativo. Mejor huir de aquí, dijo Clint, tentado por un ardiente émulo de Salma Hayek. Malas decisiones y poca inventiva subestiman la capacidad del público para digerir semejante despropósito.
Allí está presente la cuestión de género, como era previsible. Miremos con perspectiva de igualdad, aunque el relato se emplace en 1979. La temática del ‘macho’ está sobrevalorada, suelta el siempre recto Clint. Es la impostada frase que sostiene argumentalmente la propuesta. No obstante, la premisa es engañosa. Dentro de esta aventura dispar desfilan personajes femeninos sufridos, fuertes y reivindicatorios. Féminas de armas tomar. Cuidado con ellas porque…¡ay, mujeres! Lo explícito acaba por insultar; no hay bolero que se baile al compás ni sabor romántico que endulce una mirada tan superflua. Lo lastimoso, en verdad, es el trazo grueso a la hora de delinear dichas conductas y motivaciones.
El mal tino y la justificación de tan trillada propuesta se ríen de nuestro intelecto: las miradas proferidas acerca del abuso infantil, la discapacidad o las familias disfuncionales adquieren un matiz burlón. Todo luce fuera de tono y falto de resolución. No parece Clint, en absoluto. Caricaturesco, la otrora leyenda del western revisionista se entrona como la enésima versión de Dr. Dolittle haciendo de improvisado veterinario dueño de unas dotes sanadoras francamente mágicas. O de una falta de juicio racional preocupante ¿Cuánto hay de buenas intenciones y cuánto de mala praxis en su diagnóstico? Tengamos compasión…aunque no exista solución salvadora a estas alturas.
La liviandad con la que “Cry Macho” resuelve tan profundos conflictos resulta, en cierto punto, irritante. Toda referencia idiomática imaginable resulta, por demás, anticipatoria. Gringos, abstenerse. Mariachis, guarden sus guitarras. Sabemos, anticipamos, que el desenlace orbitará rumbo a la mediocridad total. Las cartas ya fueron echadas. La redención pagó un alto precio. La marchita nostalgia de todo tiempo pasado mejor no deja lugar para la autocrítica.
Admiramos su valentía y energía inagotable para rodar a sus 90 años. Permanecer activo, poner el cuerpo. Incluso dar alguno que otro golpe o lección de carácter. Destellos de un sempiterno rudo, prócer y leyenda viviente del cine. Lo amamos haga lo que haga. “Cry Macho” no es ‘imperdonable’. Solo que duele leer a Clint Eastwood seguido de mediocridad en una misma oración.