Una coproducción argentino española que aborda los vínculos familiares alterados a partir de un descubrimiento que lleva la acción desde el 2002 hacia 1968. Laura -Flor Torrente en un auspicioso debut- vive en Buenos Aires con su padrastro Fredo -Eduardo Blanco- cuando un llamado desde España le asegura que su padre Félix Careaga -Eneko Sagardoy- apareció enterrado en un bosque y con una bala en la cabeza.
Cuando dejes de quererme es un thriller pero no deja de ser una historia de amor entre padres e hijos que impulsa a los personajes centrales hacia una travesía a Bilbao para averiguar qué es lo qué verdaderamente ocurrió. Laura vuelve a sus raíces para investigar y esparcir las cenizas de su padre, y en su espinoso camino, ambos se toparán con Javier -Miki Esparbé-, un agente de seguros que les brinda información útil sobre Félix.
El clima de intriga y misterio convive con una historia de amor solapada que se desarrolla lentamente a espaldas del horror. Por momentos, el relato se vuelve laberíntico por la cantidad de personajes secundarios que intervienen -con puntos de vista engañosos- y por la información presentada a modo de flashbacks. Todo el andamiaje del filme pasea por el panorama del País Vasco treinta años atrás, la represión franquista y la ETA.
El director Igor Legarreta entrega una película de climas oscuros con un complejo entramado familiar en el que el pasado pisa fuerte para poder resolver un crimen que aparentemente no tiene respuestas. Eduardo Blanco es una pata destacada porque descomprime la tensión con los remates justos, colocando humor en una trama dominada por la oscuridad. Por su parte, Flor Torrente recorre con Laura, un camino de transformación que la lleva de la ingenuidad a ser una mujer de fuertes convicciones. El filme cumple con su objetivo, acumula una lista de sospechosos y pistas, brindando un buen pasatiempo.