Padre nuevo, padre viejo
Toda la vida que Laura recuerda fue en Argentina, tierra a la cual llegó con su madre y siendo apenas una niña de cuatro años, cuando fueron abandonadas por su padre. Aquí rehicieron sus vidas, y Laura fue criada por otro hombre que la ama como a una hija.
Ella nunca tuvo relación con la familia paterna y apenas recuerda esos años, pero décadas más tarde viaja de inmediato para participar del funeral cuando recibe la noticia de que el cadáver de su padre fue encontrado en las cercanías del pueblo.
Allí se entera de la teoría policial de un hecho ya prescripto y que por lo tanto nadie tiene motivos para resolver. La historia oficial no cambia demasiado: el hombre planeaba fugarse del pueblo, pero fue asaltado y asesinado en las afueras para quitarle el dinero que acababa de sacar de la cuenta familiar. Parece un caso cerrado y Laura ya está por volver, pero se ve obligada a cuestionar la historia que todo el mundo creía como cierta cuando descubre un seguro de vida contratado pocos días antes de la desaparición, develando una trama mucho más compleja.
De etarras y fascistas
La intriga propuesta por Cuando dejes de Quererme es interesante y la resolución del misterio no decepciona, pero el problema es todo lo que pasa en el medio y cómo se llega a esa respuesta.
Cada avance que logran para acercarse a la verdad suele ser más por coincidencia que por deducciones acertadas de los indicios que van encontrando, y pocas de las acciones de los personajes tienen mucho sentido, quizás porque nunca se toman el tiempo de desarrollarlos como para justificar lo que están haciendo.
Parecen indecisos sobre lo que pretenden contar, demorando demasiado en sumar datos a la trama policial, sin usar ese tiempo para profundizar el drama familiar ni desarrollar la ya de por sí innecesaria historia de amor (obvia desde la primera aparición de quien será el interés romántico de Laura).
No colabora un elenco con poco brillo, donde hasta el siempre correctoEduardo Blanco tiende a quedar fuera de tono, aunque sea el más sólido de los tres roles principales. Mientras tanto, la mayor parte del tiempo es difícil entender qué siente o piensa Laura (Florencia Torrente) detrás de esa máscara imperturbable que solo se quita para estallar o porque el joven agente de seguros local la sigue a todos lados como perro faldero, perdidamente enamorado de una persona con la que no cruzó más que unas palabras.
Recién durante los últimos minutos de Cuando dejes de Quererme todo repunta, recibiendo de golpe toda la información que hasta entonces estaba oculta, pero también eso termina siendo poco relevante porque ya a nadie parece importarle realmente cómo ni por qué murió el padre de Laura.
Nada cambia cuando descubren cómo fueron sus últimos días. Ni siquiera la reconstrucción de una época, donde la ETA comenzaba a enfrentarse al franquismo, llega a tomar suficiente fuerza como para darle volumen a una historia que muestra tener mucho potencial desaprovechado.