Algo huele mal en Dinamarca
Una lograda incursión en el drama familiar con elementos terroríficos que dialoga con la notable Criatura de la noche. El cine de género sigue luciendo en los países nórdicos.
La transformación de un humano en apariencia común y corriente en un ser monstruoso es una de las grandes recurrencias del cine. Lo que no es tan recurrente es la forma seca, distante, moralmente oscilante y tan poco apegada a la generación de sustos gratuitos que elige Cuando despierta la bestia para aproximarse a una materia prima mil veces explotada.
Dirigido por el danés Jonas Alexander Arby, el film transcurre en una isla escandinava gélida, grisácea e inquietantemente ominosa. Allí vive una chica de 16 años cuya madre padece una extraña enfermedad que la postró en una silla de ruedas, mientras que el padre hace lo que puede para lidiar con la adolescencia de una y los cuidados a la otra. La vida apacible de la protagonista muta por otra cuando descubra los primeros síntomas de que es efectivamente ella la bestia que despierta referida en el título.
Lejos del efectismo más vacuo de nueve de cada diez películas del género estrenadas en la Argentina, Cuando despierta la bestia está más cerca de un drama familiar sobre el debilitamiento de los cimientos de lo conocido y el temor a lo que vendrá que del terror convencional, con la idea de la transformación como carga. En ese sentido, el film dialoga, tanto por tono como por tema, con Criatura de la noche, del sueco Tomas Alfredson. Lo monstruoso está en todos lados, pero -parece- atiende en Escandinavia.