Algo huele mal en Dinamarca
La película de Jonas Alexander Arnby aborda la identidad de una joven que, enfermedad mediante, se convierte progresivamente en una bestia. Cuando despierta la bestia (Når dyrene drømmer, 2014) es una apuesta por el terror más psicológico.
El gélido e impactante paisaje de un típico pueblo costero de Dinamarca genera una sensación de estatismo. De una naturaleza que se niega a avanzar, a mutar en otra cosa, a mostrar su devenir. Casi como una extensión de ese paisaje (y a tono con el romanticismo que late fuerte en todo el film), la vida de Marie (sólida Sonia Suhl) no ofrece sobresaltos. Su cotidianeidad oscila entre el cuidado de su madre, quien padece una rara enfermedad, y el trabajo en una pequeña fábrica, que ella realiza con un dejo de tristeza. Muy cerca de su casa “ruge” el mar; acaso, otro punto de comparación con su vida (interior, en este caso).
Cuando despierta la bestia tiene varios puntos de contacto con la notable Criatura de la noche (Låt den rätte komma in, 2008), película con la que comparte la topografía nórdica y cierta predilección por lo latente, por lo “siniestro” en el sentido estrictamente freudiano. Más aún en este caso, en el que hay trauma y ocultamiento, y una proximidad con el horror que obliga al personaje protagónico a hacer preguntas que no encuentran respuestas claras. Y lo que se irá develando se vincula a la activación del deseo, que aquí tiene la forma de un compañero de trabajo. Él, a diferencia de los demás, ve en Marie un espacio para la distensión primero y para el amor después.
Con más atención a lo climático que a lo meramente narrativo, Arnby concentra la puesta en las miradas de Marie; hacia su propio cuerpo y hacia el cuerpo enfermo de la madre. Un cuerpo que conoce bien, y en el que encuentra una ligazón con ribetes trágicos. La trama se nutre del horror psicológico, pero también del imaginario en torno al Hombre Lobo, sólo que en este universo impera cierta estilización del ambiente que deja la violencia física relegada a la segunda parte del metraje, con “pinceladas” de sangre que no se confunden con el gore y, menos que menos, con el cine Clase B.
Cuando despierta la bestia no es una película para “el gran público”; no funcionará para aquellos adeptos a la saga Crepúsculo. Si hay que buscar un punto de comparación vernáculo, el film de Martín Desalvo El día trajo la oscuridad (2013) bien podría servir para definir un tono en el que se funden el espíritu romántico y lo trágico; la eterna y revisitada figura del horror que late en uno, tan manso hasta que, mutatis mutandis, irrumpe con la furia que escinde a lo racional de lo animal.