Historias del amor y de la angustia
La última película de Gus Van Sant, Cuando el amor es para siempre, será proyectada mañana junto a la realización rusa Elena, premiada en el último Festival de Cannes en el espacio alternativo. Doble programa para disfrute de todo el público.
El "doble programa" que Cine Club ofrece mañana, en la sala de Asociación Médica de Rosario (Tucumán y España), es notable. Por un lado, habrá de señalarse la bienvenida costumbre que significa la selección fílmica habitual de la entidad, con una compañía de público numerosa así como abierta a quienes no sean asociados (basta con pagar la entrada). Por otro lado, porque la circunstancia da cita a dos películas que resultan ser dos grandes films, pendientes de la posibilidad de estreno comercial.
En el horario de las 20, podrá verse Elena (2011), tercera película del realizador ruso Andrei Zvyagintsev, que mereciera el galardón Una cierta mirada, durante el Festival de Cannes. Elena introduce al espectador desde una planificación de la puesta en escena que se admira: planos fragmentados dibujan lentamente el espacio de la acción --el departamento de un edificio lujoso-?, así como a sus personajes --una pareja mayor conformada entre un hombre adinerado y su segunda mujer, Elena?-. A través de ella se percibirá el hacer de rutina, del día tras día, para así dejar que el montaje fílmico omita donde ya se sabe y haga trabajar la elipsis. A la vez, el personaje oscilará entre estas primeras imágenes de sosiego y dinero hacia otras más subterráneas, de paredes descascaradas, con una historia familiar cercana.
Es así que el contraste que se perfila desde los minutos iniciales del film de Zvyagintsev habilita un cruce que será frontera definitoria; esto es: lugar desde el cual decidir qué hacer y cómo. Más aún cuando de lo que se trata es de la salud familiar. Es decir: cuidar el nido del que toda (¿toda?) madre dice ser custodio. Cueste lo que cueste. Cuando la decisión aparece, Elena se vuelve un gran film. Con un pulso de relato que embriaga a quien mira, mientras lo hunde en broncas, congoja, dudas, incertidumbre. Casi como si no se pudiera tomar partido por ninguno de los personajes que habitan dentro de la pantalla.
En algún momento se habla de "la mala semilla de la que todos salimos". Cuando padre e hija discuten para, por fin, acercar sus afectos. Génesis y embrión común que escapa a cualquier definición material, mientras incomoda al dar cuenta desde una problematización social donde la violencia está allí donde también los afectos. O, en otras palabras, cuando la violencia es garante de éstos. O al revés. Porque la película lo permite. Por las dudas y otra vez: Elena es un gran film.
A partir de las 22, Cine Club ofrecerá la última película del laureado realizador norteamericano Gus Van Sant: Cuando el amor es para siempre (2011). Restless, tal su título original, ahonda en una historia de amor desde el prisma adolescente, mundo de edad que el cine de Van Sant ha elegido desde tantos films: recordar, entre otras, Mi mundo privado (1991), Elephant (2003), Paranoid Park (2007).
Afortunadamente ya lejos del glamour vacuo que supusieran la remake Psicosis (1998) o la lastimera Descubriendo a Forrester (2000), el cine de Gus Van Sant ha cimentado una obra de cariz personal, con el tempo necesario como para captar, sin los vértigos que supondría, al mundo adolescente, hasta llegar a la plasmación de ese fresco de celebración que es Milk (2008). El caso de Cuando el amor es para siempre sólo puede ser posible, en este sentido, desde alguien cuyo cine es sensibilidad pura, porque ¿de qué otra manera podría contarse una historia de amor donde el cáncer, parece, jugaría un rol central?
Esto dicho por lo que rápidamente sería entendido como punto nodal. A partir de allí, lo "esperable": llantos, sentimentalismos, y más situaciones parecidas. Pero el film de Gus Van Sant es nada de esto y mucho de lo otro: es una gran película donde el mundo del amor aflora para cambiar la vida. La muerte, se sabe (si bien se niega), es parte de la misma. Sea la manera que sea para alcanzarla, lo cierto es que finalmente se la alcanza. Y lo bellísimo de Restless (Cuando el amor es para siempre resulta, cuando menos, un título burdo con el que nada tiene que ver el film) es el retrato de estos sentimientos tan íntimos y humanos, con un afecto que los personajes descubren por vez primera, entre tanta muerte como la que les rodea, con tanta celebración fúnebre como bombas atómicas, más las pocas sonrisas que sólo una Noche de brujas parece contener.
Las imágenes, llegado el momento necesario, van a quedar sin capacidad de decir más. Hasta un último montaje de sonrisas que es contrapunto con el que iniciara la película. Vale agregar: ¿puede filmarse el amor? La respuesta: sí.
La pareja protagonista de Restless la conforman Mia Wasikowska ?recuperada del traspié burtoniano que fuera Alicia en el País de las Maravillas? y Henry Hopper, hijo del fallecido actor y director Dennis Hopper, a quien Gus Van Sant dedica, justamente, la película.