Las de Sesenta que le hacen sombra a Grey.
Resulta inevitable pensar que tras el estreno de Cuando ellas quieren (Book Club), el boom literario de la trilogía -también llevada al cine- Las 50 sombras de Grey será nuevamente reavivado por la llama del consumismo, pero esta vez con un target que supera las seis décadas.
Ricardo Arjona cantaría tal vez Señoras de las seis décadas quítenle años a su vida y pónganle sexo a sus años, que es mejor, para empezar a desmenuzar la trama de esta eficaz comedia romántica, la cual cuenta con un reparto de experimentadas actrices y dúctiles todas ellas para el género, acompañadas de secundarios masculinos muy a la altura de sus personajes.
La opera prima de Bill Holderman deposita toda la responsabilidad en sus cuatro féminas de lujo encabezadas por la avasallante personalidad de Jane Fonda, sumado el carisma de Diane Keaton, quien pese a los años encima despierta el mismo interés siempre por su calidez a la hora de llevar al frente personajes como en este caso; y en una escala menor pero no por ello menos eficiente completan el grupo Candice Bergen, recordada por la serie televisiva Murphie Brown sin dejar de lado grandes películas como Cuando es preciso ser hombre (1970) y para cerrar la menos conocida Mary Steenburgen, dirigida entre otros por Jack Nicholson en el western Camino al sur (1978).
Todas ellas amigas desde jóvenes, con vidas ya definidas, algunas viudas, otras separadas y una aún con esposo, fieles a la tradición del club de lectura, vuelven a las andadas.
La excusa de la reunión sirve de preámbulo para que compartan su quehacer cotidiano, sin embargo la elección de Las 50 sombras de Grey, propuesta por el personaje de Jane Fonda -dentrodel grupo la más desinhibida en materia de sexo con extraños o descubrimientos de prácticas sexuales- obliga al trío de puritanas a tomar contacto con un mundo al que le han bajado la persiana hace un tiempo atrás.
Sexo que deriva en animarse a cambiar y jugar la carta de la relación con los hombres, elemento que arrastra la idea de segundas oportunidades aggiornada a los tiempos de redes y para la tercera edad, que en el registro liviano de esta comedia encaja perfectamente para las situaciones de humor.
A los hombres como Don Johnson, Andy García y Craig T. Nelson les toca jugar el rol de acompañantes en todos los sentidos del término porque la mayoría de las intenciones del director obedecen exclusivamente a explotar al máximo la veta de las sexagenarias y su enorme personalidad que traspasa la pantalla, inclusive en momentos que si bien no llegan al drama sensiblero tampoco descollan humor o llaman a la carcajada del chiste fácil.
En ese sentido, la película cumple con creces lo que promete y el público no sale defraudado, siempre que esté dispuesto a consumir una fórmula de género con todos los lugares comunes de las películas románticas de adolescentes.