Miedo en la oscuridad
Cuando las luces se apagan es una breve y muy efectiva película de terror basada en un cortometraje que se viralizó en 2013.
A fines de 2013, un sueco de 32 años publicó en YouTube un corto casero de terror. Se llamaba Lights Out y con una premisa sencilla lograba un par de sobresaltos en menos de tres minutos: una mujer (Lotta Losten) está en su casa a punto de acostarse y cuando apaga la luz ve la silueta de una mujer, que desaparece cuando la prende.
El corto se viralizó y entró en el radar de James Wan, el creador de las franquicias de El juego del miedo, El conjuro y La noche del demonio. Así este sueco, que se llama David Sandberg, llegó al dirigir su primer largo, una adaptación de ese corto.
Cuando las luces se apagan -así se llama en castellano- tiene la misma premisa que el corto, y el guionista Eric Heisserer -responsable de los libros de la precuela de El enigma de otro mundo y de la remake de Pesadilla en lo profundo de la noche- la dotó de una historia y de personajes.
El resultado es asombrosamente sólido. El prólogo es contundente y lo más parecido al corto, incluso con la presencia de la propia Lotta Losten. Después se introducen los personajes que le dan cuerpo a la historia. Sophie (Maria Bello) vive sola con su hijo Martin (Gabriel Bateman) y no parece estar en sus cabales. Habla con alguien que no sabemos si es real o imaginaria, y Martin no puede dormir por el miedo que le da esa intrusa. Entonces va a buscar la ayuda de Rebecca (Teresa Palmer), su hermana mayor, que huyó de la casa hace años por la inestabilidad de su madre.
Sin dudas uno de los grandes aciertos de Cuando las luces se apagan está en no dar demasiadas vueltas a la hora de las explicaciones. Apenas un par de escenas cuya función no es explicativa sino que sirven para disponer las piezas en el tablero de forma tal de sacarles el mayor jugo posible a las escenas de terror que construye Sandberg.
Porque ahí está todo el encanto. Cuando las luces se apagan no pretende generar suspenso, su objetivo no es tanto que queramos saber “qué pasa”, quién es esa intrusa, por qué está ahí. Todas las ideas, todos los planos están ahí para asustar al espectador. Con sobresaltos y con la amenaza de sobresaltos.
El juego con la luz y la oscuridad, corazón de la película, está explotado al máximo. Hay veladores, linternas, destellos de disparos de armas de fuego, velas y hasta una lámpara de luz negra que construyen una variedad asombrosa de situaciones aprovechando la misma idea. La brevedad de la película (80 minutos) es fundamental: a pesar de que el final puede parecer un poco abrupto, le da a todo un aire de ejercicio, de experimento que no pierde el espíritu del corto que le dio origen, aunque por supuesto es todo mucho menos amateur.
Si 2015 fue el año de las películas de acción, con la aparición prodigiosa de Mad Max: Furia en el camino, Misión imposible: Nación secreta, El agente de C.I.P.O.L. y hasta Kingsman: El servicio secreto, 2016 viene siendo el año del terror: La bruja, Avenida Cloverfield 10, El conjuro 2 y ahora Cuando las luces se apagan son todas películas de espíritu clásico que no buscan la referencia ni mucho menos la parodia y simplemente -y nada menos- se dedican a asustar.