Disparatada mirada sobre la paz
Una bienvenida comedia que parte de una premisa absurda y se va convirtiendo con el correr de los minutos en una sátira pólitica entretenida e inteligente.
La acción de Cuando los chanchos vuelen se ambienta en la Franja de Gaza, zona de conflictos si los hay, donde el pescador palestino Jaafar hace lo imposible para sobrevivir. Ante la falta de trabajo y los reclamos constantes de su mujer que necesita dinero para el hogar, el mundo del protagonista cambia radicalmente cuando encuentra entre sus redes a un cerdo. Sí, a un chancho, animal prohibido para los judíos y los palestinos. Jaafar tiene la idea de venderlo pero su plan se transforma en una verdadera pesadilla cargada de situaciones disparatadas y obstáculos cuando se ve obligado a ocultar al animal.
El film de Sylvain Estibal, una coproducción entre Bélgica, Francia y Alemania, logra una buena pintura de personajes y la despeseración es la que atraviesa el relato en medio de una trama que se mueve entre soldados, camuflajes, intentos por deshacerse de la presa y la necesidad por la supervivencia.
Después del planteo inicial, el tono del film se pone más serio, aunque nunca deja de divertir, para instalar el tema de los enfrentamientos constantes, el comercio que se da entre las colonias enemigas y separadas por un alambrado, y "el servicio" especial del que Jafaar saca provecho para ofrecerlo a una joven de los campos rivales.
Cuando los chanchos vuelen construye una sátira política en favor de la paz entre los pueblos y, paradójicamente, lo hace a partir de un animal prohibido para ambas culturas que finalmente sirve de vínculo para mitigar tantas peleas religiosas.
El film tampoco se ahorra terroristas que le colocan a Jaafar un saco de explosivos, una casa alterada por la presencia del chancho (disfrazado de oveja) y soldados que matan el tiempo mirando (y sufiendo) telenovelas brasileñas que tienen éxito en un lugar de extrema pobreza.