¡El mundo está loco, loco, loco!
Pequeña joyita cinematográfica, todo un grotesco que se instala como una gran, y desesperada, metáfora esperanzadora sobre la vida cotidiana en Medio Oriente.
Si bien tiene una estructura narrativa que se quiebra en medio de la narración, es tan sutil el traspaso de comedia que hasta parecería estar queriendo decir que en la vida real la línea que separa lo grotesco, o la sátira del drama, o la tragedia, es también muy fina.
Tal como decía el personaje Calvero en el filme “Candilejas” (1952), de Charles Chaplin, "la vida vista de cerca es una tragedia, vista de lejos parece una comedia"
Si bien esta fabula construida como un filme comienza en tono de lo grotesco, tal como lo definiría Luigi Pirandello, en poder mostrar una realidad entre cómica y trágica de manera simultanea, y por momentos va inclinándose para acercarse a la comedia satírica, dando cuenta en tono de burla, ironía, y con mucho sarcasmo de una situación, que termina por atravesar cualquier paradoja del conflicto entre ambos pueblos.
El tema principal es el deseo de vivir en paz con la que sostienen los pueblos de la región, más allá de la locura de los poderosos y/o gobernantes.
La formula es llevar hasta el ridículo a los fanatismos y a determinadas imposiciones religiosas.
Todo comienza cuando un pescador palestino de religión musulmán, que vive en la Franja de Gaza ocupada por el ejercito Israelí, recoge de las aguas del mar Mediterráneo un chancho, animal “prohibido” y “pecaminoso” tanto para él como para los judíos.
Desde este elemento, tomado como unificador de ambas culturas, el realizador construye un alegato humanista de neto corte pacifista, yuxtaponiendo situaciones que hacen que la narración se torne ágil, graciosa y soportable.
Al fanatismo extremista del Hamas le contrapone la ocupación y sojuzgamiento de los pobladores musulmanes por parte de soldados israelíes, a la obligación de autoinmolarse el deseo de vivir así, alternativamente.
Si bien el esquema del proyecto desde su guión demanda la aceptación del espectador para poder asimilar lo narrado, el realizador tuvo la maravillosa idea de sustentarla desde lo estrictamente estético en tono naturalista. Es así que el diseño de arte, y principalmente la manera de iluminar y la fotografía, estén constituidas en tal sentido, y en algún punto esto mismo, pero de manera contrapuntística, se sostenga de modo extraordinario con la actuación del actor irakí Sasson Gabai (Jafaar), con una impronta de actuación sostenida entre el rostro pétreo de Buster Keaton y el humor físico de Charles Chaplin, muy bien acompañado por Baya Belal como su esposa (Fatima, y Miryam Tekaia como la colona judía que comercia con él.
De cómo deshacerse del “peligro” que representa el animal o de intentar negociar… con sus “enemigos”... lleva los 90 minutos que dura el film.Una comedia dramática, agridulce, emotiva, muy graciosa, y casi finalmente desesperanzadora, como ya lo anuncia desde el titulo.
(*) Obra que en 1963 realizó Stanley Kramer.