En el marco de Les Avant-Premières 2012 se exhibió el film de Sylvain Estibal que propone una novedosa forma de mirar la difícil convivencia entre judíos y palestinos.
por Teresa Gatto
Luego de un chubasco importante en el mar, Jaafar, un pescador palestino sumamente humilde, que ha perdido lo poco que poseía y no tiene nada más que perder encuentra cerdo. Ironía si las hay, porque estamos en la Franja de Gaza y ninguna de las dos culturas ni la Judea ni la Palestina consumen carne de cerdo. El único modo de sacar provecho del pobre animal es colocarlo a la venta pero ¿quién querría comprar un cerdo en esa zona del mundo?
Lo interesante del film de Sylvan Estibal es la construcción de un nuevo código que a la postre se convierte en un enunciado que preanuncia que la paz es una posibilidad en ese lugar del mundo dónde en muchos días la vida no vale nada.
Situaciones que rozan el absurdo, un buen montaje y una banda sonora en la que interviene el grupo Argentino Aqualactica, instalan desde esa perspectiva paradójica, un nuevo modo ver una metralla, el comercio tras los muros que dividen las colonias y un montaje en el que su protagonista con el cuerpo lleno de explosivos (situación absolutamente trágica en la realidad) trata de encontrar los atajos posibles para vender al cerdito inocente y prohibido dogmáticamente pero que conforma una esperanza y una vía de comunicación entre pueblos que viven en una situación diametralmente opuesta y que a la postre, no son finalmente quienes deciden darle el sí a la guerra. O lo que es peor, las disidencias terminarán cuando los chanchos vuelen.