Segundas oportunidades
Corrían los años ´70 cuando Paco y Margarita se conocieron por casualidad y tuvieron un breve romance que se terminó porque él viajó a España, a instancias de sus padres, para desarrollar allí un futuro. Treinta y seis años después, Paco (Manuel Callau) regresa a la Argentina y escucha, otra vez por casualidad, el nombre de aquella chica (cuya versión adulta es interpretada por Ana María Picchio), y busca reencontrarla.
En un drama romántico que cumple con muchas de las características del culebrón, Rodolfo Durán narra una historia de amor protagonizada por dos personas que, al contrario de las historias que suelen verse en cine, tienen la expresión de no haber sido del todo felices en la vida. Más allá de la edad (rondan los sesenta años) tampoco son ricos, bellos y exitosos, algo poco frecuente en el género.
La historia no brilla por su originalidad, aunque es claro que evitaron caer en todos los clichés disponibles, sobre todo los históricos. Si bien se hace referencia al convulsionado clima que se vivía en Buenos Aires en 1973, es de manera solamente anecdótica, sin moralejas ni lamentos al respecto. De todos modos, no todos los lugares comunes se pudieron salvar, y hay secretos y cuestiones del pasado bastante previsibles.
El filme está muy bien actuado, con un elenco bastante parejo en cuanto a las interpretaciones, lo que facilita para el espectador el identificarse con los distintos personajes y sus reacciones. Junto con Picchio y Callau están Alejandro Awada, y Malena Solda como excelentes complementos actorales.
Durán pretendió contar la historia con ciertos toques “originales” que no resultan del todo afortunados, pero supo evitar el abuso de flashbacks, detalle que se agradece. La narración por momentos tiene sus saltos, y es algo despareja: hay situaciones que tardan mucho en desarollarse, mientras que otras se desencadenan más rápido de lo esperable.
En general la película está bien lograda, con una banda de sonido original que hace mucha referencia a los estilos de los años ´70, y el aura esperanzadora de que más allá del tiempo, siempre hay posibilidades de enmendar errores.