"La película que no haré", dice a modo de resumen Albertina Carri minutos antes de terminar con el relato de Cuatreros, su aproximación más personal (en el marco de una filmografía en constante camino por la autorreferencia) a la violencia social y política argentina con foco en el terrorismo de Estado.
El film se exhibe por estos días en el Malba en el marco de un debate nacional que, cuando parece desgastado, renace y nunca termina de perder brillo: los 70s. Y lo hace a partir de un personaje nacido en el polvo y los cuchillos pampeanos de los años 40: Isidro Velázquez, bandido rural cruzado por el delito y el tufillo romántico que a la distancia parecen tener personajes que en su contexto eran más turbios que otra cosa.
Snobismo aparte y con la deconstrucción al dente, Carri transforma su punto de partida en disparador de ideas, reflexiones y anécdotas en primera persona que cruzan a sus padres desaparecidos, la lucha armada durante la dictadura y, en gran parte, el discurso oficial de la dictadura cívico-militar.
La directora refiere a su esposa, a los primeros años de su hijo y a lo que fue el derrotero de la idea de filmar sobre Velázquez y cómo la intención se transformó en otra cosa, en una idea del cine y cómo llegar a la obra. Aparecen como artistas invitados Fernando Martín Peña y Mariano Llinás pero a través del relato en off de la propia realizadora cuyo peso narrativo deja atrás el tono monocorde con el que lo plantea.
Otras estrellas impensadas son policías hablando de forma intimidante con periodistas en crónicas de época y el entonces recién asumido dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, indagado con algodones en una entrevista televisiva al borde del disparate.
En Cuatreros hay cine, vanidad, un poco de merda d´artista y mucho de ejercicio de análisis. Quizá con destino de material de estudio, quizá con un presente contextual que la coloca como película a visionar y debatir. Como sea, hay sustancia, y en medio de debates dominados por la ideología del talk show, no es poco tener algo de arte en medio de tanta eyaculación de slogans.