Senderos de historias
Es difícil ver Cuatreros y no sentirse abrumado. La cantidad de información, de anécdotas, registros, archivos e imágenes avasallan la pantalla. Cuatreros tiene como protagonista a su directora (Albertina Carri) narrando (entre muchas cosas) el proyecto de filmar una película sobre Isidro Velázquez (1928-1967), el último gaucho rebelde de la Argentina. Retoma así el material que su padre, el sociologo Roberto Carri, ha escrito sobre este personaje de nuestra historia.
No fue el único proyecto fílmico alrededor de este personaje, Albertina Carri también muestra su relación con el material previo que encontró. Pero sobretodo muestra su relación con sus padres, con la política y con su visión de la vida.
Se trata de un ensayo, un monólogo visual, una descarga visceral y muy personal que nos mete de lleno en su propio mundo y su intimidad alrededor de una búsqueda que comienza con un objetivo pero nos mete en otro: reflexionar, desde la propia historia que retoma, sobre nuestras vidas en el país, el continente, la modernidad y el capitalismo también.
La voz de Albertina se escucha en casi todo momento, con una pantalla dividida en varias secuencias de imágenes simultáneas, extraídas de material de archivo (nacional e internacional) de publicidades, películas, noticieros y diverso material audiovisual coordinado con sus palabras. No se trata de un film apto para todo público, al tratarse de una historia no lineal. Se trata de una narración con idas y vueltas.
Tampoco se trata de un film apto para personas con ideologías cerradas. De más está mencionar su fuerte contenido político, y al vivir en un momento en el cual el timeline de las redes sociales provee de contenido cómodo a nuestros ojos para que las endorfinas del placer nos hagan hacer click, Cuatreros irrumpe con un pastiche que descoloca gratamente aquellos que buscan alinearse con una forma de ver la vida.
Se trata de un trabajo que invita a pensar junto con él. Baja línea, obvio. Pero permite, y nos invita desde su carácter personal, a tomar distancia y a reflexionar.
El salto de un tema al otro, la recurrente vuelta a la vida de Velázquez, Cuba, las charlas con su esposa, con Llinás, con Peña, la burguesía y la vida de sus padres, los setentas. Todo eso da muestra de un relato caótico pero auténtico.
Esa reflexión sobre el pasado, presente y futuro tiene mucho de actual en relación con la sobreinformación en la cual estamos inmersos. Tiene más de personal que de experimental. Este film es más que la deconstrucción de una película que no fue, es la reconstrucción de una intención humana y de la ambición de lograr un objetivo, tanto de los personajes históricos como de la narradora. En lo práctico, se trata de la pura identidad nacional: arreglarse con lo que hay y llenarla de la creatividad.