La directora de Los Rubios, Albertina Carri, vuelve a contar en primera persona las idas y vueltas sobre la idea de hacer una película, esta película, de enunciado complejo. Basada en un libro de su padre, Roberto Carri sobre la figura de Isidro Velázquez (Formas prerrevolucionarias de la violencia), último gaucho alzado de la argentina. Y sobre la película que nadie vio realizada sobre el personaje. Carri lo pone así: "¿voy realmente tras los pasos de ese fugitivo de la justicia burguesa? ¿O es que voy tras mis pasos, tras mi herencia? Viajo a Chaco, a Cuba, busco una película desaparecida, busco en archivos fílmicos cuerpos en movimientos que me devuelvan algo de lo que se fue muy temprano. ¿Qué busco? Busco películas, también una familia, una de vivos, una de muertos; busco una revolución, sus cuerpos, algo de justicia; busco a mi madre y a mi padre desaparecidos, sus restos, sus nombres, lo que dejaron en mí. Hago un western con mi propia vida. Busco una voz, la mía, a través del ruido y la furia que dejaron esas vidas arrancadas por aquella justicia burguesa".
Vale transcribir este fragmento porque sus palabras describen con precisión qué es Cuatreros, bajo la forma de una serie de pantallas divididas con una enorme , y muy rica, cantidad de materiales de archivo, contrapunto y diálogo de lo que se dice. Y lo que se dice es todo, en una película que no tiene silencios, sino una catarata textual, la omnipresente voz de Carri. Es un texto recargado, de frases largas sin comas y párrafos que no toman aire, a veces furiosos, otras más simpáticos, siempre dando cuenta de una inteligencia viva y un poco neurótica. En esos dos elementos, las palabras y las imágenes de archivo, se apoya esta original y algo excéntrica nueva película de la directora, cuya aspereza intelectual irritará a muchos pero cuyo resultado, después de atravesarla, es contundente, apabullante, difícil de transmitir. Dicho sea esto, entre tanto audiovisual premasticado, como aplauso.