El decimosexto documental estrenado este año tiene dos (y sólo dos) aristas. La primera tiene que ver con el contenido, la segunda con una tomadura de pelo.
En la década del ‘70, en pleno camino al proceso militar, se produjo la captura de Miriam Prilleltensky quien con sólo 18 años se había incorporado al ERP. Luego de su captura en Tucumán, días después, apareció en televisión, declarando públicamente su arrepentimiento de ser guerrillera, entrevista que los militares pretendían usar como elemento disuasivo para combatir la "subversión".
“Cuentas del alma. Confesiones de una gerrillera” sirve como testimonio para poner luz sobre una campana que casi nunca se escucha respecto de aquellos años oscuros. Hasta los cuarenta minutos de proyección la información resulta más que interesante, e incluso abre lugar para la polémica. Luego todo deriva en otra cosa que deja de aportar riqueza de contenido en la temática propuesta.
El director Mario Bomheker buscó esta entrevista durante algún tiempo y de hecho realizó un gran viaje para hacerla. Aquí es donde viene la tomadura de pelo. Este documental consiste en una entrevista televisiva directamente. Salvo por alternaciones que van de primerísimo primer plano a un plano medio de la mujer que está sentada a la mesa, jamás veremos variación alguna, ni puesta en escena, ni nada que obedezca a un mínimo de lenguaje cinematográfico.
Es totalmente válido preguntarse: ¿Iría al cine a pagar una entrada (o aunque fuera gratis) para ver una entrevista que parece hecha para televisión por cable? Si no fuera por su duración, hasta diría que podría ser una nota en cualquier radio AM. Lo cierto es que lo proyectado en la sala está muy lejos de ser cine, maá allá de quien es la entrevistada. Podría ser Bono, el presidente de Kazajistán o la mamá de Mafalda. Da igual.
En el último Festival de Cine Político pudimos ver el documental nominado al Goya sobre el juez Baltazar Garzón. No tenía nada de distinto con esta película, salvo por no estar filmada en color y la alternación de planos y contraplanos entre entrevistador y entrevistado. No podría entrar ni siquiera en la "esnobizada" carátula de "cine experimental".
No sé usted, yo cuando voy al cine quiero ver una película, aunque esté mal hecha, pero una película. Para ver televisión me quedo en casa.