El inquieto ojo del realizador de HACERME FERIANTE vuelve en este película, que cruza ficción con documental pero se vibra y siente como lo segundo más allá de que probablemente bordee lo que ahora se da por llamar “híbrido”. D’Angiolillo centra su historia en el universo de los grupos que hacen pintadas políticas en las avenidas, rutas y autopistas en los márgenes de la ciudad de Buenos Aires, poniendo el eje especialmente en las disputas barriales y locales de los distintos punteros y sectores políticos para los que los personajes trabajan.
El filme coquetea con encontrar una estructura de ficción que sostenga el retrato pero pronto parece abandonarla para apostar por un formato más impresionista y documental, mostrando las actividades cotidianas y el peligroso trabajo nocturno de estos “fantasmas de la ruta” que actúan en las sombras, cuando todos duermen, y nos sorprenden cada mañana con la alteración muchas veces violenta del paisaje visual cotidiano. Si bien le falta algo de claridad y eje a los relatos del filme, es indudable que D’Angiolillo tiene un agudo y ajustado poder de observación, uno que tal vez esté necesitando la gran historia que lo haga finalmente explotar. El talento está ahí, a la vista y tan en evidencia como esos carteles que nos distraen en las rutas. (Crítica publicada durante BAFICI 2015)