Más extraño que la ficción
La capacidad de observación que había demostrado Julián d´Angiolillo en Hacerme feriante regresa con creces en este nuevo documental. Su ojo/cámara sigue la ilusión del Aleph de Borges, esto es, tener un conocimiento absoluto del universo que retrata. Diversas posiciones de cámara y de ángulos, variedad de planos, el ubicarse desde todas las perspectivas posibles, marcan el tipo de registro que ofrece el director para sacarle el máximo jugo visual a la realidad que elige recortar: en este caso, un grupo de jóvenes dedicados a pintar propaganda política en las zonas aledañas a las autopistas. Hay un horizonte cronológico de llegada: las elecciones del domingo. Sin embargo, la mirada otorga una atemporalidad a ese espacio absorbido desde todos los puntos posibles. Por momentos, ciertas secuencias, sonorizadas magistralmente, dan cuenta de una especie de infierno urbano moderno que, lejos de observarse con desprecio, facilita la posibilidad del extrañamiento.
Los afiches y grafitis que pueblan las paredes marcan el contexto eleccionario. No obstante, la preocupación pasa por mostrar los bordes de la situación, dar cuerpo a quienes son parte (como si fueran hormigas) de la maquinaria que sostiene el aparato político durante noches que parecen eternas entre rituales propios. En este registro desde lo cotidiano, también hay una búsqueda a partir de la voluntad por conferirle a la cámara y a sus diversas lentes la cualidad de transformar la realidad. En este sentido, lo cotidiano es un objeto de percepción y un camino por donde recorrer secretos y misteriosos pasadizos. En ese afán por mostrar está implícita la misma imposibilidad de registrar todo y entonces lo que resta es asumir la mirada enrarecida como un impulso vital para transformar la realidad en una experiencia de tinte metafísico.
En la voluntad por no interferir se corren riesgos. Los primeros minutos son difíciles en torno a la escucha (un efecto similar al de Pizza, birra, faso). La dicción de los personajes y los ruidos de la autopista dificultan el entendimiento. De todos modos, es un signo pasajero hasta que se entra en ese siniestro mundo nocturno. Hay un pasaje maravilloso hacia la mitad que resume el método d´Angiolillo: se trata de una exploración fragmentada de todos los resquicios por donde se mueven activamente los pintores y que cierra con un hermoso plano general. Es un momento musicalizado, excepcional, de una delicadeza capaz de poner a este documental en otro terreno, el del discurso poético.