Estamos frente a un notable documental con título de tintes metafóricos. “Cuerpo de letra” hace un doble juego visual en su título. Por un lado, remite a la tipografía utilizada en las paredes de la ciudad y del conurbano al momento de pintar/escribir nombres y consignas políticas. Por el otro, a la dualidad de realidades entre quienes encargan esos carteles y quienes los pintan. Una promesa política puesta en la pared por quienes probablemente necesitan (y mucho) que se cumplan. Palabras gordas pero vacías en su interior.
La fotografía de luz natural (o la que haya), la lente testigo, y una lejanía que pinta panorámicas nocturnas le dan vida al documental y a los dibujos. Ese cuerpo de letra tiene características de arte pop. De lectura fácil. Efímera. Y sin embargo perduran en las paredes de las calles, y principalmente rutas. A veces durante mucho tiempo independientemente de la vigencia del candidato.
La realización de Julián d'Angiolillo sigue a un grupo de hombres nocturnos, furtivos, con código propio. Una parte de la “fauna” urbana conformada por todos nosotros y que, en este caso, vive de pintadas. “Cuerpo de letra” registra también el desgaste de los mensajes. Colores esfumados que marcan períodos de la vida del país. Pequeñas pinceladas decoradas por anécdotas técnicas o cotidianas. Una pintura de nuestros tiempos. Momentos intrigantes desde la imagen como esa cámara que se asoma al balcón mientras las luces de las linternas intentan varios metros abajo, al costado de una banquina, iluminar el trabajo. O un locutor de radio-parlantes grabando su aviso.
Todo en la producción son pinturas de aldea, y eso hace de ésta realización un mosaico interesante para que el espectador agudice su capacidad de observación y tenga en su rincón de recuerdos algunas memorias del cuarto oscuro.