Salvo honrosas excepciones, las comedias románticas tienden a seguir una fórmula predeterminada. Pero, por suerte, Cuestión de tiempo no entra en esa categoría, no solo por contar con otros recursos narrativos sino porque además termina siendo mucho más que una simple historia de amor. El director y escritor Richard Curtis (Notting Hill, Realmente amor) vuelve a poner en juego todo su talento para crear relatos únicos y aquí también le añade algo de drama y un elemento fantástico como el del viaje en el tiempo, tema fundamental de un film que explora la clásica fantasía de revivir el pasado personal y sus consecuencias.
Dicen por ahí que la vida es la suma de nuestras experiencias, buenas o malas, pero ¿qué pasaría si pudiéramos revivirlas y modificarlas a nuestro antojo? Al cumplir 21 años, Tim (Domhnall Gleeson) se entera por medio de su padre (Bill Nighy, tipo cool si los hay) que todos los hombres de su familia tienen el extraño don de viajar en el tiempo. Las reglas son simples: ir a un lugar oscuro como ser un placard, cerrar los puños y pensar a qué lugar y a qué momento se desea viajar. Además, para evitar el “Efecto Mariposa”, Tim solo podrá modificar eventos de su propia vida (“No puedes ir y matar a Hitler”, explica claramente el personaje de Nighy).
Su padre utilizó este don para cultivarse y leer novelas clásicas repetidas veces, pero Tim utilizará el suyo para intentar conquistar a la chica que quiere, obviamente. El primer intento con la amiga de su hermana le deja una dura pero valiosa lección: a pesar de contar con un don increíble, este no puede lograr por sí mismo que alguien se enamore de él. Sin embargo, para bien suyo conoce a la encantadora Mary (Rachel McAdams), a quien logra conquistar luego de un ingenioso uso de su habilidad aunque, para ser justos, puso mucho de él para lograrlo. Desde el principio de su relación con Mary, Tim viajará una y otra vez al pasado para enmendar pequeños errores y así tratar de estar lo mejor posible con ella, pero deberá tomar decisiones difíciles en situaciones que están mucho más allá de su control y que ni siquiera su don puede corregir.
Cuestión de tiempo se disfraza de una típica comedia romántica pero con un buen giro de tuerca. Todos nos preguntamos alguna vez “¿qué habría pasado si hubiera hecho tal o cuál cosa?”. ¿Y si hubiera dicho o hecho algo diferente? ¿Y si hubiera estado en el lugar y momento correctos? Todas estas preguntas que alguna vez nos hemos hecho, Curtis las aprovecha al máximo en pos de crear una historia ingeniosa: la vida de Tim podría ser perfecta debido a su habilidad pero el director se las arregla para equilibrar la balanza con cuestiones no tan agradables, además de nunca olvidarse de brindarnos buenos momentos de humor así como tampoco faltarán los emotivos.
Una buena historia no es nada sin buenos intérpretes que le den vida y de eso hay de sobra en este film. Curtis reúne un gran elenco británico donde el personaje principal de Domhnall Gleeson y Bill Nighy demuestran una química impresionante como padre e hijo en pantalla. Rachel McAdams tampoco se queda atrás y brinda una actuación muy creíble por la manera orgánica y natural que interpreta a esta chica de ensueño para más de uno. Tom Hollander también está muy bien como ese dramaturgo de mal genio amigo del protagonista y, por último, también veremos en una breve aparición al desaparecido Richard Griffiths (aquel malvado tío Vernon de la saga “Harry Potter”). Todos ellos hacen que la historia sea aún más disfrutable y hacen más queribles a sus personajes.
Los hombres de Cuestión de tiempo no utilizan su increíble don para adquirir mayor riqueza ni poder (algo que tranquilamente podrían hacer), sino que por el contrario lo dedican a enriquecer sus vidas en otros aspectos para que luego de tanto viajar para enmendar el pasado puedan disfrutar de un gran presente. Y creo que el mensaje radica justamente en ese concepto: no hace falta tener esos poderes para disfrutar del aquí y ahora, solo la voluntad de hacerlo.