Todo es según el color de cristal con el que se mire, y el inglés Richard Curtis tiene una bellísima paleta de colores para observar el mundo, lo cual se plasma en la pantalla. Interesante juego de diferencias se da esta semana en nuestra pantalla, en el mismo día se estrena el último y desenfrenadamente irónico film de Alex de la Iglesia (Las Brujas) y Cuestión de tiempo, dos antagonismos, y ambos films muy recomendables.
Para quienes no sepan de quien hablamos, Curtis es el director de Realmente Amor y guionista de Cuatro Bodas y un Funeral, Un lugar llamado Notting Hill, ambas Bridget Jones, y Caballo de Guerra, entre varias más. A lo largo de su extensa carrera en la escritura de guiones creo una fórmula, un estilo propio, una suerte de comedia romántica que expresa el amor de manera simple y de muchas maneras, no solo entre parejas, y por supuesto, una marca muy inglesa grabada a fuego.
Esta vez, encaró el desafío de agregarle un toque sobrenatural a lo que ya conocemos, e igualmente, la sensación es, al instante, la de estar viendo cualquiera de sus otros trabajos. Es la historia de Tim (Domhnall Gleeson), en una fiesta de fin de año, a sus veintiuno, su padre (Bill Nighy) le revela un gran secreto, los hombres de la familia pueden regresar en el tiempo para revivir algún hecho de su propio pasado, digamos, pueden corregir su vida.
A partir de esta premisa, y narrada con una constante voz en off narrativa de Tim, su director y guionista cuenta una historia básica, sin grandes complicaciones, el deseo de nuestro protagonista es utilizar el “truco” (casi) únicamente para conseguir novia; tras un fallido intento con una diosa blonda que lo usa, conoce a Mary (Rachel McAdams) una mujer de la que se enamora al instante tras una cita a oscuras.
¿Qué sigue? La historia de amor de Tim y Mary, como la de cualquier otra persona, con sus idas y venidas, con el solo hecho de que si algo sale medio mal, se puede modificar. Todo es perfecto en el cine de Curtis, la vida más que color de rosas, es de distintas tonalidades de pasteles, y verde naturaleza. Sus personajes son simples, se busca la identificación tanto en el hombre como en la mujer, y sin recargar las tintas del romanticismo, las mieles flotan en el aire.
Plagada de secuencias bellísimas, un soundtrack indescriptiblemente de ensueño, y un humor chispeante pero delicado, "Cuestión de tiempo" mezcla todos los ingredientes sin que le falte ni le sobre nada. Domhnall Gleeson es un actor a descubrir, un protagonista ideal, un nuevo Hugh Grant para Curtis, y Bill Nighy y Rachel McAdams ya han probado lo adorables que pueden ser. También tenemos el otro punto fuente del director, los secundarios, cada uno con marcadas personalidades diferentes y todos en armonía con los protagónicos.
No tiene sentido analizar los desarreglos en el juego temporal, los hay, y el propio guionista lo sabe y sabe que no son fundamentales para disfrutar la película. Cuestión de tiempo vuelve a demostrar una vez más que Richad Curtis tiene una forma propia de mirar el mundo, la vida misma, y un secreto para crear la comedia romántica perfecta.