Desde sus comienzos, la historia de Hollywood está plagada de fábulas hermosas sobre el sentido moral, el estilo perfecto de la vida; esas historias de esperanzas, de nunca rendirse y alcanzar lo imposible. Lo ha hecho de diferentes maneras, en films de contenido social, en romances imposibles, en dramas sobre la adversidad, y también en épicas deportivas. Curvas de la vida tiene un poco de todos esos tópicos, y mucho del estilo edulcorado del mainstream estadounidense.
Sin vueltas, es la historia de Gus Lobel (Clint Eastwood), un cazatalentos del baseball que trabaja para los Bravos de Atlanta, ya desde la primer escena vemos que los años están pesando sobre él, su capacidad física ya no es la de antes, y además tiene un principio de glaucoma que intenta ocultar torpemente. Como si tuviese poco, en el club/equipo/empresa ya no lo consideran como antes, y su talento “natural” para conseguir a las mejores estrellas pareciera querer ser remplazado por las computadoras de su rival Phillip (un Mathew Lillard que se repite a sí mismo desde el Stu de Scream). Gus tiene una hija, Mickey (Amay Adams), pronta a ser nombrada socia en la firma de abogados para la que trabaja incansablemente. La chica tiene una relación difícil con su padre ya que fue abandonada por él mismo luego de la pronta muerte de su madre.
Pero cuando Pete (John Goodman notorio en un papel pequeño), un colega y amigo de su padre le pida que lo acompañe a este en un “viaje de negocios”, ella primero se negará, para luego asistir, como siempre sucede. Gus dedbe ir a ver personalmente a una joven promesa del basebal, universitario, pero de la que desconfía de su talento para el juego. Como es de esperarse este viaje servirá para que padre e hija se conozcan, se reprochen, y se reconcilien. Además, será un viaje iniciático para los dos, a Gus le servirá para afrontar su ancianidad y la posibilidad de una jubilación (voluntaria u obligada), y Mickey le servirá para descubrir cuáles son las prioridades en su vida, qué es lo que la apasiona realmente. Ah, y además, en el medio, hace su aparición Justin Timberlake como Johnny “La Flama” Flanagan, un cazatalentos del equipo rival, los Red Sox, ex lanzador, y con una promesa de empleo como relator del deporte. Johnny llega buscando al mismo bateador que Gus, pronto se reencuentra con quien fue su “descubridor” y claro, romancea con su hija.
Curvas de la vida marca el debut en la dirección de Robert Lorenz, quien fue repetidas veces segunda dirección en films de Eastwood, y esto se nota; estamos ante un film del director de Los Imperdonables (que anunció un posible alejamiento en el “puesto”) solo que menor.
La historia entretiene y se sigue con interés y una sonrisa ( y hasta alguna lagrimita), pero desde entrada uno debe saber que estamos ante un film idílico y sin grandes sorpresas. Más o menos leyendo el párrafo anterior uno podría saber cómo empieza, sigue y termina todo; el mensaje familiar está clarísimo. Llegado el momento Gus va a tener su “excusa” para el abandono, y no estoy adelantando ninguna posible sorpresa.
Nada sería lo mismo sin sus protagonistas, Clint Eastwood y Amy Adams son los motores de la película, el relato se apoya en mostrarlos “naturalmente” (o lo que nosotros creemos que son naturalmente). Clint tiene los mejores momentos, sus chascarrillos como viejo gruñón son por lejos lo mejor que tienen para mostrarnos, el relato encuentra en esa incipiente ancianidad la excusa ideal para mostrarnos al actor en lo que mejor sabe hacer. Por su parte, a Amy siempre se le creen estos papeles de mujer simple, que puede parecer refinada o de la gran ciudad pero que esconden una campechana; la pelirroja es tan bonita como buena actriz y tan adorable en pantalla que no se le puede reprochar nada. Timberlake (al que ya no se lo juzga como cantante haciendo de actor) no cuenta con un rol atrayente que logre interesar, su Flanagan parece metido con fórceps (otros secundarios parecen fluir mucho mejor, como los amigos de Gus o el citado Pete), para incluir la necesaria cuota romántica, y hasta sus apariciones no son del todo necesarias, lástima el muchacho tiene carisma.
Curvas de la vida es una película amable, pasajera (sus extensos 111 minutos no se sienten tanto), y agradable de ver; no le pidamos más. Tal vez con algún brio más de originalidad la cosa hubiese ido mucho mejor, pero pareciera no necesitarlo, sabe con las armas que juega, y las utiliza bien para ganarse al espectador. ¿Se esperaba más de un film de Clint Eastwood? Puede ser, pero este es uno de Robert Lorenz quien ya encontrará un estilo propio en otra oportunidad, acá tenemos esto, un estilo ajeno y en menor calidad.