Trouble with the Curve representa la primera vez en 19 años que Clint Eastwood actúa en una película que no está bajo su total dirección. Si bien la produce a través de su empresa Malpaso, él se pone bajo las órdenes de uno de sus protegidos, Robert Lorenz, quien ha sido su asistente y productor durante años pero acá se lanza a las tareas directoriales con un film de corte más ligero y sentimental que no es usual en las películas de esta leyenda de Hollywood.
Transcurriendo plenamente en el ámbito americano de este deporte pero en una base más cotidiana que la hipertécnica de Moneyball, nos cuenta la historia de Gus Lobel, eterno cascarrabias al que finalmente la edad lo está alcanzando. En la escena inicial -tras el extraño galope de un caballo negro en la oscuridad que tendrá su significado eventualmente- vemos cómo lucha por orinar en un momento melodramático que marcará el tono de esta propuesta. Ese no será su único problema, ya que su inigualable visión de águila para encontrar jóvenes promesas del deporte ya no es lo que era y su decisión es crucial para contratar a los nuevos talentos de la temporada. El contraste entre el gruñón y orgulloso Gus se encuentra en su hija Mickey, una no tan cándida abogada que está a pasos de llegar a su sueño y elige no obstante ayudar a su padre y reconstruir la turbulenta situación que los une. De yapa, tenemos a Justin Timberlake, quien completa una trifecta actoral que se las trae.
Y aquí viene el principal problema con la curva -ejem- de la película: no hay sorpresa alguna de cómo terminará, ni siquiera un giro a mitad de camino que haga reconsiderar al espectador cierto aspecto de tal o cual personaje. Para aquel avezado que sepa identificar las enormes pistas que deja el guión de otro novato, Randy Brown, se sabrá entonces que durante el primer cuarto de hora las fichas están preparadas para ese final que todos esperamos. Sabemos que Eastwood está imponente y, como los buenos vinos, añeja con soberbia al paso de los años, y la química que comparte con la hermosa y talentosa Amy Adams es para los libros, pero dichos puntos fuertes son los que salvan a la película de caer en el olvido absoluto con tantos clichés de relación conflictiva padre-hija, la familia versus el trabajo o lo viejo contra lo nuevo.
Al final, Trouble with the Curve es bastante predecible y difícilmente el tipo de película que a uno le produzca una revelación en la sala del cine, pero su manera de entretener -en una forma agradable y humilde- es ciertamente de buen ver, incluso para los fanáticos de Clint.