Hablando se entiende la gente
Clint Eastwood y Amy Adams son padre e hija en un filme... como los de antes.
Es una película como las de antes, gracias a Dios que lo es. Una trama sencilla a partir de la posible reconciliación de un padre y su hija, con el béisbol como telón de fondo, algunos personajes secundarios unidimensionales, humor, cierta cuota de ternura.
Y algo que no suele encontrarse en el Hollywood de hoy en día: corazón.
Curvas de la vida es una película de miradas, de lágrimas, con un Clint Eastwood que vuelve al gruñón de Gran Torino , con un personaje que, siendo un filme como dijimos de miradas, está perdiendo la vista. Es un cazatalentos del béisbol, un tipo de la vieja escuela que con sólo escuchar cómo le pega el bate a la pelota sabe si el bateador tiene -o no- lo que hay que tener.
A los 82 años no es la primera vez que el actor -que vuelve a protagonizar un filme que no dirige desde En la línea de fuego (1993)- encarna a un personaje que está lidiando con el paso del tiempo y se niega a retirarse. A Gus le quedan tres meses de contrato con los Atlanta Braves, el equipo que está detrás de un bateador joven, rubio, gordito y fanfarrón. Gus y sus colegas lo seguirán en las pequeñas ligas, para ver qué tan bueno es, viajando por pueblos, parando en moteles y bares, comiendo comida grasosa. Su amigo Pete (John Goodman, cada vez mejor) nota que el hombre ya no es el de antes y convence a Mickey (Amy Adams), la hija con la que se ha distanciado desde hace años, a que lo acompañe en el viaje.
Mickey tiene mucho por perder -está justo, justo a punto de ser nombrada socia en la firma de abogados en la que trabaja-, pero va igual. Junto a Gus está Johnny (Justin Timberlake, uno de esos personajes de un solo tono, pero que el actor y cantante sabe remontar), haciendo el mismo trabajo de Gus, pero para los Red Sox. Cartón lleno.
Eastwood sabe afilar y sacarle la más colorida veta a la madera de Gus mejor que nadie. Es un tipo que prefiere ver las estadísticas de los jugadores en el papel del diario y no regirse “por la interweb”, como llama a Internet, un hombre que usa el teléfono público, no tiene celular y que da ¡5! dólares de propina al chico del delivery de la pizza.
Sí, evidentemente es una película de las de antes, y de la clase de las que sabemos lo que va a pasar, todo parecerá arruinarse y... Pero nos dejamos embaucar. Y disfrutarlo.
La secuencia del cementerio, en la que Gus va a visitar a su esposa, tuvo mucho de improvisación. Y si por esa escena Eastwood logra una nueva nominación al Oscar, bien merecido lo tendrá.