La lección del maestro y un homenaje
Para su primera película, el asistente de dirección y productor de muchas películas de Eastwood decidió convocar al mismísimo Clint. El gran actor llena la pantalla con su presencia y esta sencilla película funciona y emociona.
Clint Eastwood comenzó a actuar en la década del '50, pero se transformó en estrella una década más tarde. Desde entonces, Eastwood se ha convertido en la máxima estrella del cine contemporáneo. Más de 40 años de estrellato, algo que nadie más que él puede detentar hoy. Su imagen es tan famosa que hasta los que no ven sus películas saben cómo es su cine.
Su imagen mejoró por el hecho de ser también director, un excelente director, transformándolo en un verdadero maestro para las siguientes generaciones. Eastwood es un modelo a seguir.
Desde 1993, con En la línea de fuego, que no protagonizaba un film que no dirigía, pero el debut en la realización de Robert Lorenz se convirtió en una obligación para él. Lorenz ha sido durante años asistente de dirección de varios films de Eastwood y productor de otros tantos. Para su ópera prima decidió contar la historia de un viejo sabio, así que era casi inevitable pensar que lo hizo para tener como protagonista a su propio maestro.
La historia de Curvas de la vida es la de un viejo cazatalentos del béisbol. Gus (Clint Eastwood) sabe todo acerca del béisbol, reconoce, aun siendo un anciano, a cualquier gran jugador que aún está jugando fuera de las ligas mayores. Pero los tiempos cambian y el mundo del béisbol también. Entonces entra en escena su hija Mickey (Amy Adams), una abogada camino a convertirse en exitosa dentro de un importante estudio. El reencuentro entre Gus y Mickey trae nuevamente los conflictos entre ambos y las cuentas pendientes, pero Gus está viejo y sólo Mickey lo puede ayudar.
Historia de padre e hija, algo que le interesa bastante a Eastwood, como ya demostró en Poder absoluto y Million Dollar Baby, por ejemplo. Lorenz sabe que en su primera película los comentarios acerca de él serán los más obvios. Que no está a la altura del maestro, que es un Eastwood menor, y otros clichés que se pueden escribir incluso antes de ver la película. Pero ese es el objetivo, agradecerle a un maestro, reconocer su talento y homenajearlo.
Clint Eastwood siempre llena la pantalla con su presencia y la película, sencilla y directa, funciona y emociona. En tiempos mediocres siempre es bueno recordar que hay sabios, que hay expertos, que hay gente que sabe de verdad, como Gus, como Eastwood.