Esta es la ópera prima de Robert Lorenz. En una historia clásica, nos introduce en el mundo del béisbol y nos habla de los vínculos entre padre e hija.
En esta ocasión Clint Eastwood es Gus Lobel un cazatalentos de béisbol ya veterano que se niega a ver el paso del tiempo, intolerante, gruñón, tiene bastante mal humor; él siempre supo encontrar el jugador exitoso, no solo se guiaba por verlos sino por el sonido en el juego, un olfato especial se podría decir, pero ahora su cuerpo siente los años y su contrato está próximo a vencer.
Los dirigentes del Atlanta Braves ya no confían tanto en Lobel, y un experto de las computadoras Phillip Sanderson (Matthew Lillard) quiere incorporar nuevas ideas. Por otro lado Pete Klein (John Goodman) un amigo y quien también está involucrado en el club, le pide a Mickey (Amy Adams), hija de Lobel, que tiene 33 años, es abogada trabaja en un bufete de abogados, y que encuentra su carrera en pleno ascenso a punto de convertirse en socia, que vuelva al pueblo para ayudar a su padre.
Entre idas y venidas finalmente ella acepta el reencuentro con su padre, ya comienzan las situaciones previsibles que continúan a lo largo de su relato, mientras ellos intentan unirse (padre e hija), parece Johnny (Justin Timberlake) también un entendido en el juego, que llega al pueblo, se une a Lobel y siguen los datos que el espectador ya los ve venir: el amor y el desencuentro entre Mickey y Johnny.
En esta historia existe mucha química entre Amy Adams y Clint Eastwood (a los 82 años todavía da que hablar), una gran fotografía y música, existen secretos y mentiras, el gran atractivo que tiene el film es el elenco: Clint Eastwood, John Goodman, Amy Adams, Bob Gunton, Justin Timberlake, Matthew Lillard y Robert Patrick de sólidas actuaciones; pero uno de los tantos problemas que tiene es que se mezclan los géneros: primero es un drama, y después es una comedia romántica. Esto podría funcionar, sin un guión tan dividido que pasa a ser poco creíble, pobre y anodino.