Señores: la comedia disparatada en clave femenina requiere mujeres a tono. En este caso, comedia rosa brillante (especialmente brillante). Es una de esas películas que parecen adolecer de cinismo –porque toman ciertos rituales de la vida contemporánea para reírse de su costado ridículo– pero que en realidad tienen corazón de oro. Aquí se trata de una mujer joven –no demasiado joven– que, tras fracasos amorosos y una vida con poco glamour, es invitada por su mejor amiga a ser dama de honor de su boda, algo que le resultará bastante extraño. La protagonista es Kristen Wiig, no una “comediante”, sino algo más: una comediante y una actriz cómica. Una cómica, vamos: también escribe (de hecho, es la guionista de esta película). Contar sus gags es demasiado. Lo que importa es, justamente, que el film no se coloca por encima de sus personajes ni de la situación, sino al mismo nivel de sus protagonistas. Lo que implica que el espectador pueda reírse libremente, encontrando esos pequeños o grandes detalles ridículos que transforman en algo absurdo el paisaje cotidiano. No hay aquí excesos sentimentales (lo que no implica que no haya sentimientos) ni una falsa corrección política, de esas que atacan todo porque no creen en nada. No: aquí hay una ética que termina justificando, desde el sentimiento, hasta la mayor ridiculez. Esto es el mundo, explicado desde la risa.