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Damas en guerra es, a priori, la enésima película acerca de las vicisitudes que debe atravesar una “dama de honor” para que la boda de su mejor amiga sea “perfecta”. Sin embargo es, además, un retrato plural sobre la mujer moderna norteamericana, una crítica corrosiva de las costumbres y rituales burgueses como el matrimonio, y un entretenido conjunto de chistes y gags, algunos pasados de rosca e incomodísimos. En resumen, todo lo que no son las películas de Sex and the city.
En principio nos encontramos con Annie (una dulce y melancólica Kristen Wiig), que está pasando por un mal momento: no le gusta su trabajo, está con un tipo que la desprecia, vive con una pareja de ingleses insoportables y encima su mejor amiga Lilian (Maya Rudolph) se compromete. Por lo cual, comienza el relato de cómo la vida de Annie va cambiar debido a esta boda de la cual ella y otras cuatro mujeres serán las damas de honor.
Paul Feig, quien anteriormente ha dirigido en la televisión norteamericana, por ejemplo en The office o Nurse Jackie, se mete de lleno en subrayar lo estresante y absurdo que suele ser la ceremonia de matrimonio para las mujeres de clase media estadounidenses. Tanto las bodas o los funerales, y hasta Navidad y Acción de Gracias, son rituales de gran importancia y tradición en la sociedad biempensante en general. Forman identidad y tienen fuerte presencia en la cultura. La comedia suele encargarse de disparar contra estas tradiciones, la mayoría caducas, demostrando que tanta pomposidad y solemnidad hacen que carezcan de sentido. Esto es ni más ni menos lo que hace Damas en guerra una vez más: se ríe de todo lo que supuestamente se debe hacer de una manera determinada para ser “perfecto”.
Pero no sólo se queda con eso, más interesante es la mirada que posa sobre Annie, una persona que se ha abandonado, o que se está abandonado. Que piensa que no puede estar peor, y sin embargo, la vida le pasa por al lado y se va hundiendo aun más en su propio patetismo. Damas en guerra trata sobre Annie pero no la observa de manera paternalista y compasiva, sino que la critica, mostrándole que mucho de lo malo que le pasa es más bien por su culpa, por su pasividad, más que por lo mal que le hacen los demás. Y también se ríe de ella, la pone en situaciones, a veces, incómodas y terribles, y la ridiculiza sin atenuantes.
El film dura algo más de dos horas, y tiene algunos baches que la vuelven un poco tediosa, aunque nunca cae en un aburrimiento insostenible, por el contrario, recompensa la espera con algún chiste explosivo o desquiciado. Feig no teme en llevar bien lejos las posibilidades de las situaciones que construye. Traducción, si algo puede salir mal, va a salir bien mal en Damas en guerra. Además, un gran punto a favor son la mayoría de los diálogos, todos con buen ritmo y contribuyendo a estirar, a veces, hasta el hartazgo la incomodidad de las situaciones cómicas.
Y quizás a lo último nos encontremos con un final demasiado convencional, que desentona con la historia en general, pero que mejora si esperamos los títulos y vemos un video sorpresa que nos dejará mejor sensación de esta comedia. Damas en guerra nos deja una vez más con la certeza que la mejor forma de enfrentar la vida y el mundo, es riéndose a carcajadas de ambos.